Francisco Garfias.
Hablábamos con Francisco Labastida, ex candidato presidencial del PRI, de la situación por la que atraviesa el país, cuando de repente se refirió a la “deshumanización” de AMLO. El término nos llamó la atención. Nunca se lo habíamos escuchado a nadie. ¿Por qué lo dice? Preguntamos.
Fue el clic para que Labastida hiciera pública una anécdota, ocurrida en 1998, que deja mal parado al hoy presidente frente a su lema “primero los pobres.”
Labastida era entonces Secretario de Gobernación de Ernesto Zedillo; Cuauhtémoc Cárdenas ocupaba la jefatura de gobierno del DF, y el tabasqueño fungía como presidente nacional del PRD.
Un problema grave amenazaba no sólo a la CDMX –entonces DF–, sino a Chalco, municipio mexiquense conurbado: los ingenieros de Conagua habían reportado riesgos de ruptura del Gran Canal y advertían que las aguas residuales podían provocar costosas inundaciones.
El riesgo mayor estaba en lo sitios donde los bordos eran más angostos. El Gran Canal está 14 metros arriba de Chalco, una población que hoy tiene alrededor de 400 mil habitantes, mayoritariamente de bajos ingresos.
Los reportes hablaban de que un evento así iba a provocar casas dañadas, pérdida de muebles, automóviles y vidas humanas. Era urgente cambiar las 12 o 14 bombas del Gran Canal, que no estaban funcionando.
Recuerda Labastida:
“Le llamé al ingeniero Cárdenas. Nos reunimos más de cuatro horas. El ingeniero se hizo acompañar del director de la Comisión de Aguas de la Ciudad de México, del director de Obras Públicas y, para mi sorpresa, también del jefe del PRD, que era López Obrador.
“Después de la exposición del director de la Conagua, quedó claro que al caer las lluvias había riesgos mayores de que se rompiera el Gran Canal, se inundara y pudiera haber una tragedia.
Se calculaba que las aguas podrían llegar hasta el Zócalo de la Ciudad de México.
“El ingeniero preguntó a sus técnicos y estos le dijeron que sí era urgente cambiar las bombas.
Luego le preguntó a López Obrador qué pensaba y él dijo que también llovía en el Estado de México, que esas aguas que venían de la Ciudad de México también habían caído allá, y que lo arreglara el Estado de México.”
Mala señal. No hubo acuerdo.
Labastida no se dio por vencido. Le propuso a Cárdenas que las próximas reuniones fueran de sólo cuatro personas. Hubo tres encuentros más. En todos estuvo AMLO y no llegaron a nada.
“Lo que más me sorprendió es que a López Obrador no le importaran las vidas humanas”, subraya el priista.
La solución llegó vía la Secretaría de Hacienda, a cargo de José Ángel Gurría. Labastida le expuso la situación. La respuesta que recibió del hoy ex aspirante a la candidatura presidencial de Frente no puso ser mejor: “No estoy nadando en dinero, pero que para eso sí tengo.”
Gurría ordenó que hicieran una transferencia a Conagua para la compra de las bombas. Estas llegaron a la CDMX procedentes de Houston, Texas, en aviones Hércules de la Sedena.
Antes de salirse del tema y para reforzar su afirmación, Labastida recordó la decisión que AMLO, ya presidente, tomó en el 2020, tras las inundaciones en Tabasco que dejaron ocho muertos y 300 mil damnificados.
Dio luz verde para inundar precisamente los municipios de Jalpa, Nacajuca y Macuspana y así evitar un desastre mayor en Villahermosa, la capital de Tabasco.
Justificó entonces: “se cerró la compuerta del río Carrizal y (…) toda el agua de la presa siguió por el río Samaria, afectando a las comunidades indígenas; habríamos tenido muchos más afectados en Villahermosa.”
Todo lo que Labastida ha visto desde que conoce a AMLO lo llevó a catalogarlo como un hombre autoritario.
“Si alguna vez tuvo la intención de trabajar para servirle al país ya no la tiene. Hoy solo tiene un objetivo: fortalecer y acrecentar su poder y, si puede, perdurarlo”, alertó.
Habló también de la crisis en el PRI, la renuncia de cuatro senadores y otros 300 dirigentes más; de la desbandada Hidalgo y de Alito, pero de eso hablaremos mañana.
***
Una amenaza se trasforma en un petardo cuando no se tienen los medios para hacerla cumplir. Es el caso de la senadora de Morena, Citlalli Hernández, quien se aventó la puntada de pedir a Santiago Creel que deje la presidencia de la mesa directiva en la Cámara de Diputados.
“Renuncia o ejerceremos la mayoría”, amenazó la también secretaria general de Morena.
El problema es que ni con sus rémoras le alcanza a Morena para destituirlo. Se requiere una mayoría calificada (dos tercios de los votos de los legisladores presentes) que no tienen.
En esto último se basó el reto que Creel le lanzó ayer a los Morenos:
“Convoquen a un extraordinario, citen al Pleno y discutamos mi remoción. Atrévanse. Consigan los votos. No los tienen, porque no tienen el voto de la gente… Senadora Citlalli, conmigo se topó con pared”, reviró Creel.
FIN.