Por. José C. Serrano
Un Estado es una organización política constituida por un conjunto de instituciones burocráticas estables, a través de las cuales ejerce el monopolio del uso de la fuerza aplicada a una población dentro de unos límites territoriales establecidos. Tres son los elementos constitutivos: territorio, población y gobierno.
También se dice que el Estado es un organismo de poder al servicio de sus ciudadanos. Entre sus principales objetivos se destacan: mantener el orden y el cumplimiento de las leyes; promover el bienestar, la prosperidad y la seguridad de los ciudadanos.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, ha afirmado en fechas recientes que México no es un narcoestado. Expresa que sí lo hubo en las administraciones anteriores, particularmente, las presididas por Vicente Fox Quesada y Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.
Para obtener una definición formal de cualquier vocablo es ineludible acudir a fuentes confiables como los diccionarios o las obras ensayísticas.
El término narcoestado es un neologismo económico y político que se aplica a aquellos países cuyas instituciones han sido influidas de manera importante por el poder y las riquezas del narcotráfico, cuyos dirigentes desempeñan simultáneamente cargos como funcionarios gubernamentales y miembros de las redes del tráfico de drogas ilegales, amparados por sus potestades legales.
Debido al poder que ejerce el narcotráfico en México, en años recientes comentaristas y periodistas han llegado a calificarlo como narcoestado o han alertado la posibilidad de que se convierta en uno.
El periodista Víctor Ronquillo afirma que el narcoestado en México es una realidad. “El poder político fue cooptado por el narcotráfico y en muchas ocasiones, en algunas entidades del país el Estado como tal ha funcionado en favor del crimen organizado”.
El poder corruptor y la violencia extrema del crimen organizado ha generado en el país un atmósfera de tensión e incertidumbre que se ha vuelto insoportable. Por ello, es imperativo terminar con los cercos de protección política e incautar los recursos financieros y de infraestructura que maneja el crimen organizado, que son el anzuelo donde pican adolescentes y jóvenes reclutados para integrarse en el ejército al servicio del narco: halcones y sicarios.
Ejemplos de las atrocidades que han cometido miembros del crimen organizado, sobran. Uno, ocurrido el pasado 29 de junio en La Ruana, Buenavista, Michoacán, que ocasionó la muerte de Hipólito Mora Chávez, se ha vuelto significativo por la brutalidad con la que actuaron los asesinos del activista social.
Sergio Cortés, amigo y colaborador de Mora Chávez, declaró en una conferencia de prensa, desde Morelia, que no tenía duda del por qué lo mataron, quién lo mató y cuáles serían las consecuencias de su asesinato. Dijo que vivían en un estado fallido, en el que no se podía transitar libremente.
Guadalupe Mora Chávez, hermano del exlíder de los grupos de autodefensa en Michoacán, responsabilizó a la Guardia Nacional del homicidio de su consanguíneo. Lupe Mora, como se le conoce en la región, afirmó que los elementos de la Guardia Nacional se retiraron de La Ruana de forma deliberada para permitir que los sicarios del grupo delictivo Los Viagras, asesinaran a su hermano.
Está por verse si la razón anida en Palacio Nacional, o su morada son las calles y las casas donde se masacra a gente indefensa.