Alejandro Rodríguez Cortés*.
La mitad de las principales posiciones en el primer círculo del presidente Andrés Manuel López Obrador han cambiado de responsable en menos de 5 años de gobierno. Pero lo relevante no está en el número, sino en quiénes y por qué han abandonado el “Olimpo” de la mal llamada Cuarta Transformación.
El ejercicio del poder desgasta, como se dañan también los hilos conductores por donde pasan compromisos políticos o hasta familiares, pago de facturas y hasta lealtades que se ven minadas por la grilla en torno a las obsesiones de un mandatario vertical que sueña con gozar de obediencia absoluta y apoyo incondicional a sus decisiones, por más absurdas que éstas sean.
No dudó el aún presidente electo en deshacerse de quien por varios lustros fuera su más fiel y cercano colaborador, de hecho en algún momento el único que permaneció a su lado durante los momentos más difíciles de su eterna campaña. César Yáñez fue expulsado del nuevo paraíso terrenal por haber osado llevar al patrón a su boda de relumbrón en la que por única ocasión no quiso ser protagonista, porque ello hubiera exhibido el embuste de su pobreza franciscana.
Luego, inmediatamente iniciado este fatal sexenio, fueron cayendo ilusiones de una administración profesional y equilibrada, y con ellas, los que creyeron en ellas: Germán Martínez dejó el IMSS en medio de una grilla con Carlos Urzúa, quien tardó un poco más en darse cuenta que nunca debió aceptar el cargo de Secretario de Hacienda. Se opuso, como Javier Jiménez Espriú, a la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco. Ambos son historia.
López Obrador fue incapaz de correr al criminal Hugo López Gatell porque ello hubiera sido aceptar un error fatal en la gestión pandémica, pero no tuvo ningún problema en cubrir su dizque pureza a toda prueba con la salida de Josefa González-Blanco por haber detenido la salida de un avión comercial que debió esperarla; o de Víctor Manuel Toledo, que osó criticarlo en un evento público; o de la hermosa guerrera Irma Eréndira Sandoval quien, junto con su esposo John Ackerman, fueron en contra de la voluntad presidencial de imponer a un violador como candidato a gobernador de Guerrero.
El mandatario igual se deshizo de David León, el culpable de autograbarse en video entregando sobres amarillos con dinero en efectivo a los hermanos Pío y Martín, como tampoco le causó pena alguna desdeñar pública y ostensiblemente a quien fuera su coordinadora de campaña en 2018, Tatiana Clouthier, o a Lázaro Cárdenas Batel, hijo del hacedor de la leyenda obradorista, el también arrepentido pero excesivamente discreto Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Cómo olvidar que el macuspano dejó colgado de la brocha a Arturo Herrera, quien salió de Hacienda para nunca llegar al Banco de México. Otros se fueron por ser fichas de ajedrez en un tablero controlado por el autócrata: Alfonso Durazo, Graciela Márquez, Esteban Moctezuma, Delfina Gómez, Javier May, María Luisa Albores y Horacio Duarte. Uno más, Jorge Arganis, simplemente se fue por estar viejo y enfermo.
Pero mención especial merece otro cercanísimo, porque fue su abogado y negociador político al mismo tiempo, tejedor de delicados acuerdos y negociaciones no siempre virtuosas que AMLO siempre negará. Julio Scherer Ibarra dejó Palacio Nacional de un día para otro, al tiempo que la revista semanal de su familia acabó de convertirse en pasquín conservador y él en un fantasma. De esta alianza y posterior rompimiento se sabrá más, mucho más, sobre todo cuando se acerquen los tiempos de sucesión presidencial y de elección constitucional en 2024.
Así, las bajas de la 4T en el escalafón oficial, porque hay otras de políticos, opinadores y afectos personales que se fueron bajando de la nave destructora al caer en un engaño que jamás debieron permitir: Porfirio Muñoz Ledo, el finado Ricardo Rocha, Víctor Trujillo, Denise Dresser, Roger Bartra, Gibrán Ramírez y muchos más que habremos de conocer en tanto la nave cuatrotera termine de irse a pique.
Mientras tanto, los lambiscones estelares seguirán ahí a pie firme y con chayote de por medio, como los músicos del Titanic, enfilados al fondo del basurero de la historia.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista