Carlos Arturo Baños Lemoine.
Hoy se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, institucionalizado así en el 2004 para recordar que, el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sacó a la homosexualidad de la lista de “enfermedades mentales”. Con anterioridad, en 1973, la American Psychiatric Association (APA) dejó de considerar a la homosexualidad como “trastorno de la personalidad” (específicamente, como “desviación sexual”).
Vale la pena destacar que estas decisiones institucionales no fueron sustentadas científicamente sino políticamente: la presión del movimiento gay y el poder de los lobbies pesaron más que el método científico, sobre todo después de los fatídicos disturbios de Stonewall (1969). Pero también vale la pena destacar que tampoco resultaba muy convincente la explicación que, sobre la homosexualidad, daba la versión de 1968 del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, según la cual una persona homosexual sufría un miedo patológico oculto al sexo opuesto a causa de traumáticas relaciones paterno-filiales.
El debate sobre la homosexualidad distaba mucho de ser científico en ese entonces, como dista mucho de serlo ahora. De hecho, muy poca gente sabe que la homosexualidad fue sacada de la lista de las “enfermedades mentales” a partir de varios sucesos de naturaleza política, que no científica, entre los que destacaron: a) la presión ejercida por el movimiento gay sobre la APA en su muy famoso congreso de 1970, que tuvo lugar en San Francisco, California, foco de irradiación del mundo gay; y b) la aparición de un “enmascarado psiquiatra” (John Fryer) que se declaró gay en el congreso de la APA realizado en Dallas, Texas, en 1972.
Luego salieron más miembros de la APA a declararse homosexuales y, ¡oh, sorpresa!, en 1973 la APA sacó a la homosexualidad de la lista de las “enfermedades mentales”. ¿Qué tiene esto de científico? ¡Absolutamente nada!
¿La homosexualidad y sus adyacentes son conductas patológicas? No lo sabemos en realidad, porque, aunque ustedes no lo crean, hasta la fecha no ha existido un estudio científico serio al respecto y no lo habrá, porque del resultado de un estudio así saldrían muy dañados muchos intereses políticos y económicos.
Sí, lo cierto es que no existe el gen gay ni tampoco la combinación de genes que induzcan o determinen la conducta gay. Así lo han concluido las faraónicas investigaciones del Proyecto Genoma Humano y del Proyecto Biobank. Pero esto no importa, porque los colectivos LGBTIQ+ han ganado un terreno político, económico, social y cultural que no querrán soltar. Por ello, quienes antes reclamaban tolerancia y respeto ahora se comportan como fanáticos censores y represores ante cualquiera que critique sus ideas. Finalmente, los “diverso-sexuales” han mostrado su verdadero rostro: el fascismo cultural.
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Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.