Carlos Arturo Baños Lemoine.
La semana pasada, Andrés Manuel López Obrador, el Tirano de Macuspana, volvió a la carga contra la Suprema Corte de “Inmundicia” de la Nación. Dijo López Obrador que la Suprema Corte encabeza un Poder de la Unión que resulta muy dispendioso para el país, y en esto estoy totalmente de acuerdo con él. Lástima que el Nerón de Palacio Nacional se ponga como ejemplo: para efectos del 2023, AMLO recibirá como salario neto la cantidad de 121 mil 549 pesos cada mes. ¡Demasiado dinero para hacer lo que hace!
Obviamente, el Dictador Populista echó mano de su habitual demagogia para descalificar los excesivos ingresos y las desmesuradas prestaciones de los Ministros de la Suprema Corte, proponiendo recortar tales montos a fin de aumentar el dinero público destinado a los “niños pobres”. La idea fue: “Menos dinero para los Ministros y más becas para los niños pobres”. ¡Y es aquí donde todos lloramos de la emoción ante tan grande expresión de la “justicia social” al estilo de la Cuarta “Transtornación” Mental!
Hay que recordar que, por esencia, el populismo presenta toda desigualdad social como un acto de injusticia cósmica; injusticia que será remediada cuando el líder popular llegue al poder gubernamental con el propósito de “hacerles justicia” a las masas menesterosas. Ya en el gobierno, con las arcas públicas a su servicio, el Caudillo Populista reparte diversas limosnas entre los pobres para hacerlos dependientes de él.
Las masas limosneadas se convierten, así, en votantes fieles, cautivos y fanatizados. Con una buena “lavada de cerebro”, las masas creerán que sin el gobierno del Caudillo se caerán todos sus beneficios y, en consecuencia, votarán constantemente por él. Se trata de un mecanismo de psicología conductista, como el de los perros pavlovianos. Y, así, entronizado hasta por décadas en el gobierno, el Caudillo y sus allegados hacen jugosos negocios para ellos, para darse la buena vida, a sabiendas de que con una buena administración de las limosnas tienen ejércitos de votantes a su servicio. ¡Negocio redondo!
A AMLO no le interesa, pues, acabar con el círculo vicioso de la pobreza: abuelos pobres que engendran padres pobres que engendran hijos pobres que engendran nietos pobres y así, ad infitinum. Al granuja que habita el Palacio Nacional sólo le interesa gestionar la pobreza para darles buena vida a su familia y a sus cortesanos. Por eso habla de “becas a los niños pobres” y no de anticonceptivos para las familias pobres.
Las familias que limitan racionalmente su descendencia tienen mayores probabilidades de salir de la pobreza y de alcanzar estándares aceptables de vida. Sólo observen ustedes, como referencia, a las familias mexicanas de la actual clase media quincenalmente angustiada: sólo un hijo; y, si se apendejan, dos hijos.
Por supuesto, no faltan los clasemedieros “ambiciosos y egoístas” que tienen hasta cuatro hijos. Para mantener a tanta prole, a estos tales no les queda más camino que meterse de profetas populistas, siguendo los pasos del demagogo de Palacio Nacional.
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