Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Hace unos días en Aguascalientes ante un auditorio de panistas, Lily Téllez en un intento por entusiasmar, insertó entre las ambiciones presidencialistas de los auto llamados opositores, un discurso que por su contenido se inscribe contra la cultura de lo políticamente correcto.
Sí, en el papel de una valiente Juana de Arco sonorense, la senadora originalmente morenista, sacó a la luz una propuesta por recuperar los valores de la vida, de la familia, de la propiedad y del mercado; temas abandonados por todos los que quieren mandar, único denominador común de los que quieren ser presidentes; ya sea porque han probado un tipo inferior de mando y les gusta, o porque se imaginan que les gusta, aunque nunca hayan tenido esa experiencia que ven como un deleite, y no como una grave responsabilidad que trae muchas desgracias para la vida de los que en verdad le entienden al asunto.
La todavía novel política seguramente asesorada por algún panista menos improvisado, y no hay muchos; saltó a la arena política para abanderar una narrativa, que hace falta, porque en las distintas opciones aparentes; en realidad, no hay ninguna diferenciación discursiva, ni de los oficialistas y tampoco con los que se autonombran como opositores.
Su discurso se circunscribe a repetir hasta la saciedad de la gran desigualdad de los mexicanos, como si fuera ese, el único o el principal problema del país. No tienen otro tema. Hablar de la que dibujan como una tragedia, la desigualdad, es lo políticamente correcto. En pocas palabras, se atreven a afirmar como relevante, algo imposible de resolver, porque da la casualidad, que todos los seres humanos somos esencialmente distintos, y pretender una igualdad franciscana, anti aspiracionista, o progresista, sencillamente es cubrir el expediente de las elucubraciones utópicas de la izquierda, donde todos abrevan.
Bien podría decirse con toda objetividad, que los diferentes interesados en las pasarelas son prácticamente, casi todos ellos, unos connotados discurseros izquierdizantes, unos más, otros menos, pero todos cortados por la misma tijera, que le atribuyen a la izquierda una capacidad mágica, para abrirle la puerta a la demagogia y engatusar ingenuos.
Claro que nadie reconoce el izquierdismo del otro, y acaban alegando que el suyo es el verdadero, porque dicen, que el de ellos, es el auténtico plan idealizado en la mente del líder, el proyecto secreto, que nadie, ni sus autores conocen; y por cierto, nunca puede quedar definido, porque es cambiante, y que basta para lograr el éxito la entrega sin restricciones de las voluntades, que deben acatar sin chistar, obediencia total por su bien, según afirman: “por el bien de todos”…
La unificación ideológica ya está en movimiento desde el Palacio virreinal, hasta el mas distante del poder político: es una misma cantaleta, acabar con la desigualdad por decreto, faltaba mas.
Entre los oficialistas también quieren una igualdad menos filosófica, una más terrestre, al menos Marcelo Ebrard no está de acuerdo con la pelea arreglada, exige otra quimera: que exista piso parejo. Pedir no daña, Obrador ríe.
El buen México puede estar seguro que sus políticos son igualitarios, pero de pico, por algo se empieza, porque no hay proyecto que pueda ser serio para que los iguales sean mas o menos iguales que otros, como dijera el rollero de George Orwell, que no descubrió algo que no se supiera de tiempo inmemorial.
Lily Téllez, quien lo dijera, si entendió, que la gente quiere mas a su familia, y a la vida, que a deambular quedando bien con los fantasiosos, y se aventó a decirlo, vale; porque sin querer se ha metido en los brazos de la realpolitik, y ya hacía falta que alguien empezara a llamar las cosas por su nombre, no con una prosa imaginaria de un romanticismo decimonónico, que justifica ocurrencias deschavetadas, como las intolerancias de aquéllos que quieren imponer un trato de excepción, y que cada quien, tenga obligadamente el don de la adivinación ipso facto, para saber si un fulano, en ese momento se cree hombre, mujer, árbol o bestia.
Claro está que los fusilamientos ideológicos no se van a detener. El atrevimiento de la Téllez, dirán: es imprudente, decirse de derecha, en un país, donde es sinónimo de lo peor, aunque nadie sepa que es lo peor, ¡es inaudito!, imagínese mi estimado lector, obvio, que se van a enojar todos los amigos de Claudio X. González: las Beatrices, la Pagés, y la Paredes tan amiga de los cubanos; Patricia Mercado, Demetrio Sodi, Héctor Aguilar Camín, Krauze, Miguel Mancera, Carlos Ugalde y Schettino, tan progres como los oficialistas de closet.
Y los tradicionalistas tan bien portados como Romero Hicks, que seguramente no le han dado permiso a la Téllez de semejante pronunciamiento, también se deben sentir rebasados; y tendrán que seguir a la fémina en la línea de sus diferenciaciones o pasar desapercibidos.
Solo espero que Lily no se retracte o la hagan cambiar como cuando primero elogió y después fustigó a Vox, haciéndose eco de toda la gama izquierdista, que no es de fiar; porque son opositores solo por haber sido repudiados por el poder, ellos ansiaban que su correligionario Obrador, los llamara a la sarracina de las libertades, y como no los invitó, lo atacan, no porque sean diferentes, sino porque no fueron al baile de disfraces, donde ellos eran los simuladores, y el hoy presidente para destruir el sistema no los necesitaba, porque cobraban mucho la demolición.