Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Giovanni Papini fue un prolífico escritor muy popular sobre todo, me consta, en los años sesenta del siglo pasado. Una persona con mucha inventiva, recreaba ideas combinándolas unas veces de manera provocativa para causar interés y otras, me supongo, como expresión de las tormentas que comparten los escritores con el público que les es asiduo en la lectura de sus obras. Una de sus historias conocidas y comentadas, es la que refiere Alberto Benegas Lynch, estudioso y admirador de su obra, la transcribo:
“Varios socios se reúnen a los efectos de fundar un instituto para la regresión humana. Sostienen que resulta imposible convertir un animal en un ser humano, pero que no resulta descabellado lo inverso. En el primer caso se requiere de la potencia creadora mientras que en el segundo solo hay que denigrar. Consideraban que este instituto podría resultar un buen negocio en vista de la cantidad de gente que les resulta molesto pensar y, al confundir los medios de vida con los fines, de hecho se embrutecen”.
Y como se puede apreciar en estas breves líneas, mi estimado lector, no hace falta mucha imaginación, para concluir que ese instituto para la regresión humana, se amolda con asombrosa exactitud, a lo que se ha denominado cuarta transformación, movimiento, hoy revelado, como el instrumento para demoler la racionalidad política y ahogar en lo profundo de las tinieblas la vida institucional de México. Tal cual.
Y si la lógica acierta, los progenitores mentales de Obrador, incluso él mismo, debieron ser devotos de las ideas de Papini, no como deleite literario, sino como productor de contra ideas; porque coinciden en las épocas, aunque en su caso, haya sido de oídas y no de leídas.
Diversos componentes, como campo de cultivo, anteceden, a la estridente cultura popular socialista tabasqueña en la vernácula interpretación del cacique Tomás Garrido Canabal, quien, por cierto, como jefe de las camisas rojas, fue el que le enseño a la entidad del sureste, a cantar La Internacional, sobre el himno nacional.
La fama extendida en México del italiano, tenía raíces para intrincarse a la cultura promovida por Cárdenas. Por eso, hasta en los tendidos de libros ambulantes, las ediciones rústicas, con esas sobre portadas, como la de Gog, enigmáticas; y sugerentes, de misterios escatológicos desde la perspectiva del desastre cultural que arrojaron las guerras mundiales, invocaban la curiosidad provinciana por los cuentos de tono irreverente, facinación del séquito garridista.
Podría apostar que Papini el de la primera etapa, el ateo, pudiera haber sido inspiración del sanguinario Garrido Canabal; el protagonista maldito, el autodesignado bolchevique, que nombró a uno de sus hijos con el nombre de Lenin y a otro, Satanás.
Entre los intelectuales tropicosos desfilaron los inspiradores de Obrador: Pellicer y González Pedrero, para los que Papini, era objeto de sus regocijos. Y en esas tertulias, el efebo se nutrió fervorosamente, plagiando ideas, como la de la revolución de las conciencias, proyectando el instituto para la regresión humana en su mente, sin reconocerle la autoría a Papini, pero convencido de optar por la diatriba, que denigra, como arma insustituible para alcanzar el poder destructor.
Encontró electores, que como dijo el intelectual florentino, molestos con enfrentarse al intento de pensar y confundidos para entender que hay diferencia entre los medios con los fines; aclamaron la demolición de la dignidad humana, por la limosna fácil y el circo matinal.
La cuarta transformación es una invitación única y reiterada de aspirar a caminar en cuatro patas, intentar desde el poder, bestializar al hombre. Es el invento vergonzoso de asentar en la historia mexicana, como nunca antes en la tierra, el proyecto normativo por alcanzar la regresión humana; y ya mero pega.
Para muestra: legisladores simios sacan leyes que nunca leyeron, ni lo harán, sencillamente detestan pensar…
¿O me equivoco?
