Por. Rubén Cortés
El Jefe del Estado mexicano vendió el avión presidencial a un dictador que, junto con sus hijos y amigos, controla a sangre y fuego el poder hace 30 años, y condena en juicios sumarios a activistas, dirigentes sociales, periodistas y titulares de blogs.
Lo vendió a Tayikistán, exrepública soviética gobernada desde 1994 por Emomalí Sharípovich Rahmón, quien el año pasado provocó una matanza de más de 100 personas y la destrucción de casas, escuelas y mercados. Con ese sátrapa fue el negocio.
Está en el gen político del grupo que gobierna aquí: el amor a los asesinos. En 2021 ofreció las Fiestas Patrias al dictador cubano Díaz-Canel, a quien además le regaló la orden del Águila Azteca, aunque, hoy mismo, mantiene presos a mil 600 opositores políticos.
Porque no es sólo el presidente. Siendo Jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard (aspirante a suceder al actual presidente) le cobró 10 millones de dólares a la dictadura de Azerbaiyán, por poner una estatua de su dictador en avenida Reforma.
El 22 de agosto de 2012, Ebrard inauguró frente al Museo de Arte Moderno una estatua de Heydar Aliyev, un general asesino de la KGB soviética, quien durante 30 años gobernó Azerbaiyán, primero como líder comunista, y luego como presidente electo.
Ebrard consideró a Aliyev “un héroe nacional” y que la efigie de bronce formaba parte de “una cultura de rescate de espacios públicos”. Bonito homenaje a quien gobernó con “tortura cotidiana a los presos y con excesos policiales”, según Human Rights Watch.
El secretario particular del entonces embajador de Azerbaiyán en México, Ilgar Mukhtarov, informó que su gobierno pagó 10 millones de dólares por la colocación de la estatura, a través de contratistas e intermediarios: corrupción a pulso.
La lana llegó al gobierno de Ebrard, supuestamente destinada a la remodelación de parques, pero nunca ingresó a las cuentas de su gobierno: fue imposible de auditar, pues no pasó ningún sistema de control. Una ingeniería financiera como el desfalco en Segalmex.
La venta del avión a Tayikistán y la estatua al zar de Azerbaiyán demuestran una vena común en este grupo político: se acomodan mejor en los negocios con regímenes sin instituciones que revisen la transparencia, ni que regulen el dinero público.
En el caso de Ebrard y la estatua de Aliyev, los 10 millones de dólares fueron entregados por la dictadura a contratistas que, como eran empresarios particulares, movieron el dinero de manera libre y ajena a las revisiones a que quedaba obligado el GDF.
Y, en la venta del avión, el actual gobierno lo vende en 92 millones de dólares, un regalo si se tiene en cuenta que costó 218 millones. Justo cuando desactivó el INAI.
Todo en absoluta opacidad.