Por. Patricia Betaza
Se cumplió un año de que encontraron el cuerpo de la joven Debanhi Escobar en la cisterna de un motel en Escobedo, Nuevo León. Un año de uno de los feminicidios ampliamente difundidos incluso a nivel internacional, y la justicia sigue esperando.
El 21 de abril del 2022, el cadáver de Debanhi fue encontrado 13 días después de su desaparición, tras haber asistido a una fiesta y cuya última fotografía, la de una joven solitaria, en una carretera, en la obscuridad de la noche, acaparó la atención mediática.
Desde entonces ha comenzado una auténtica pesadilla para los familiares de la joven que claman por justicia.
La primera autopsia reveló que Debanhi murió por un golpe en la cabeza al caer en la cisterna de un hotel. Una segunda, mandada hacer por su familia reveló que había sido abusada sexualmente y asesinada. Una tercera autopsia hecha por especialistas y avalada por expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos puntualizó que Debanhi murió por asfixia “por obstrucción en sus orificios respiratorios”.
Por las inconsistencias en las investigaciones, autoridades estatales fueron relevadas de sus cargos. El caso pasó a la Fiscalía General de la República. En declaraciones recientes, el padre de Debanhi dijo a algunos medios que incluso hasta ahora, no han ratificado que se trató de un feminicidio.
La realidad es que a un año de su muerte y tres autopsias, el resultado final es ni un detenido, ni un responsable.
La muerte de Debanhi Escobar ilustra perfectamente la negra realidad que envuelve a los feminicidios, como a la mayoría de los crímenes cometidos en este país; las dificultades para realizar las investigaciones y encontrar a los culpables, la impunidad. Y la impunidad es y seguirá siendo la madre de todas nuestras desgracias.