Raúl Flores Martínez. 

La terquedad, es la virtud del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que ya no sabe de qué manera ocultar su protección a los cárteles de la droga en el país. No sé puede negar que la fracción del Cártel del Pacífico que encabezan los “Chapitos”, tiene una protección gubernamental de primer nivel.

No en vano, el saludo a doña María Consuelo Loera Pérez, mamá del Chapo Guzmán y la liberación en su momento de Ovidio Guzmán, y recientemente su negación para que sea extraditado a Estados Unidos.

Parte de la protección que se le da a las organizaciones criminales, es por los favores que les han hecho en las elecciones, principalmente en los estados del corredor de pacífico, casualmente.

Resulta que México, no requiere ayuda para la lucha contra el crimen organizado, resulta que es un éxito la estrategia de abrazos, no balazos. Una estrategia que solo ha funcionado en la tierna imaginación de López Obrador, porque en la vida real los enfrentamientos de las bandas rivales, se siguen dando a lo largo y ancho del país.

Solo debemos recordar que Estados Unidos apoyó en los momentos más álgidos del embate del narcotráfico a Colombia y nunca hubo una intromisión militar, mucho menos una conquista, como lo quiere ver el huésped de Palacio Nacional.

¿Por qué negar que sí, sé necesita ayuda? Por qué esa imperiosa necesidad de presumir qué se puede hacer todo en México, cuando por décadas, nos hemos dado cuenta que las Fuerzas Armadas, no se dan abasto en la lucha contra el crimen organizado, incluso hay comunidades donde las autoridades no pueden entrar.

Dos ejemplos de manera rápida, Nuevo Laredo, Tamaulipas y la zona de la ruana en Michoacán, dos municipios donde sigue el embate de los grupos criminales por años, algo que tal parece el Presidente, no sabe.

El apoyo debe de aceptarse, pero con algunas restricciones para que se pueda menguar el accionar del crimen organizado en México, qué puede sufrir un revés en la lucha mundial contra el fentanilo, una lucha que, con el cierre de las fronteras con Estados Unidos, esa droga puede quedarse en el país y comenzar el consumo masivo, como lo fue en su momento la cocaína.

Es el momento de ver a futuro, no con memoria corta, no con las respuestas del borracho de la colonia, de ese bravucón de barrio que solo vocifera y al final sale corriendo cuando ve los golpes de verdad.

Hasta cuándo López Obrador, dejará de ser el bravuconcito de barrio, y piensa, analiza que hay algunas propuestas que sé deben pensar para bien de la nación, una nación que no le importa ni en su bienestar, ni en sus ciudadanos.

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