México.- La actividad humana ha alterado casi el 75% de la superficie terrestre y ha empujado a la flora y fauna silvestre a un rincón del planeta cada vez más pequeño. La deforestación y la desertificación no sólo representan graves desafíos para el desarrollo sostenible, sino que han afectado la vida y los medios de subsistencia de millones de personas.
Según el Informe de Evaluación Global sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES 2019) un millón de especies de animales y plantas se encuentran en peligro de extinción.
Auspiciado por varios organismos afines a la ONU, como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el Convenio de la Diversidad Biológica, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la Unesco y la FAO, el documento devela cifras preocupantes.
Más de dos mil millones de personas dependen de la leña para satisfacer sus necesidades básicas de energía, unos cuatro mil millones de personas dependen principalmente de las medicinas naturales para su atención sanitaria y alrededor del 70% de los medicamentos utilizados para el tratamiento del cáncer son productos naturales o sintéticos inspirados por la naturaleza, precisa el IPBES.
Y más aún, añade, a través de sus procesos ecológicos y evolutivos la naturaleza mantiene la calidad del aire, del agua dulce y de los suelos de la que depende la humanidad, distribuye agua dulce, regula el clima, propicia la polinización y el control de plagas y reduce los efectos de los peligros naturales.
Además, los recursos naturales desempeñan un papel fundamental en la provisión de alimentos, energía, medicamentos y recursos genéticos y toda una variedad de materiales fundamentales para el bienestar físico de las personas y la conservación de la cultura.
Por ejemplo, mundialmente más del 75% de los tipos de cultivos de alimentos, como frutas y verduras y algunos de los cultivos comerciales más importantes, como el café, el cacao y las almendras, dependen de la polinización que realizan distintos animales.
Por si fuera poco, los ecosistemas marinos y terrestres son los únicos sumideros de las emisiones de carbono antropógenas, con una absorción bruta de 5,600 millones de toneladas de carbono al año, es decir, cerca del 60% de las emisiones mundiales antropógenas.
Los aspectos inmateriales de la calidad de vida como inspiración y aprendizaje, experiencias físicas y psicológicas y apoyo a la identidad cultural, fundamentales para la calidad de vida y la integridad cultural son parte relevante de la naturaleza, aunque resulta difícil cuantificar su valor total, señala el IPBES.
En 2030 concluyen los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, plazo que representa, según los expertos, la última oportunidad de prevenir un cambio climático catastrófico, por lo que el 1 de marzo de 2019 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), impulsado por más de 70 naciones de todo el orbe para: prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas a nivel mundial, así como mejorar la seguridad alimentaria, el suministro de agua y la biodiversidad.
La pregunta sería entonces cómo lograr que se revierta el perjuicio causado a la naturaleza:
Se pueden restaurar todo tipo de ecosistemas, incluidos los bosques, la tierra agrícola, las ciudades, los humedales y los océanos. Casi cualquier persona puede poner en marcha iniciativas de restauración, desde gobiernos y organismos para el desarrollo hasta empresas, comunidades y particulares; esto se debe a que las causas de la degradación son numerosas y variadas, y pueden tener un impacto a diferentes escalas.
La restauración puede producirse de varias formas, como plantar de forma activa o eliminar las presiones que afectan a la naturaleza para que pueda recuperarse por sí sola. Devolver un ecosistema a su estado original no siempre es posible o deseable porque necesitamos tierra agrícola e infraestructuras en terrenos que solían ser bosques, y los ecosistemas, al igual que las sociedades, deben adaptarse a la evolución del clima.
De aquí a 2030, la restauración de 350 millones de hectáreas de ecosistemas terrestres y acuáticos degradados podría generar 9 billones de dólares estadounidenses en servicios ecosistémicos. También podría eliminar de la atmósfera de 13 a 26 gigatoneladas de gases de efecto invernadero.
Los beneficios económicos de estas intervenciones exceden en diez veces el costo de la inversión, mientras que el precio de la inacción es al menos tres veces mayor que el de la restauración de los ecosistemas.
La Unesco se empeña en cambiar la mentalidad del 100% de los humanos para que se reconcilien con el resto de la naturaleza y se conviertan en custodios de la Tierra, nuestro hogar y patrimonio común, que habitamos y compartimos con todas las demás especies vivas.
Parece un sueño, pero grandes sueños se pueden convertir en realidad máxime cuando está de por medio la supervivencia de las especies de plantas y animales y con ellos la de la humanidad entera.
Con información de la SEMARNAT