Los factores para determinar a los candidatos (I)

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

“Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua,

que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero;

fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”

Apocalipsis

 

Hay una leyenda meridianamente falsa que afirma que un presidente pone a otro a su gusto para que sea su sucesor. Es una especie falsa, tiene algunos ingredientes de verdad para ser engañosa y aceptada.

El dedazo, tan enaltecido en novelas y seudo análisis aún de reputados escritores, es una mezcla de medias verdades con fondo y encuadre de mentiras elaboradas minuciosamente.

Una historieta de deformación cultural, para que el mundo despistado crea y no piense. Acepte en su fuero interno, que hay personas que no son meramente humanas porque según esto, son superiores.

Es un artefacto infeccioso para la salud mental, para que se conjeture que hay algo gigante en un presidente como si fuera un demiurgo, es decir, un tipo ángel-demonio, a la mitad de Dios y el hombre; un sujeto, en el que no aplican las mismas características de los demás, que dejan de ser humanos por voluntad propia, simplemente por imaginarse inferiores.

Ese cuento fue elaborado desde el hombre primitivo, pero en países como México, distanciados de llegar a ser una verdadera república, la añoranza de un líder, que se supone sobre dotado de talentos, es una creencia arraigada, por tanto, una religión muy establecida, que se sustenta en que los demás, el pueblo bueno y mareado, se asume como de bajo rango, pobre y sin futuro. Así de drástico, un conglomerado sin rumbo, como dijera Talcott Parsons sin consecución de objetivos colectivos, vacío, a la deriva.

No en vano ir a ver una película de Luis Estrada como Viva México, deja al público no solo pensativo, sino abatido, después de constatar a todo color el drama certero de un pueblo en el extremo de sus vicios; lleno de defectos como otras naciones, pero en la nuestra, los yerros son ponderados como virtudes, a lo bueno le llaman malo y a lo malo bueno. Toda una tragedia que confluye lógicamente, en la necesidad de lo mismo, buscar una condición sin escapatoria: insistir en un recambio de una tiranía por otra, como la que padecemos por gusto o resentimiento.

De ese modo, el colectivo derrotado desde la cuna, entiende que ha abdicado su poder ciudadano, cediéndole a un presidente, emperador o cacique, la facultad de imponer en el juego de las autoridades a sus cortesanos más abyectos, mas barberos y con calidad de alfombras, para intentar prolongar su mando de desastrosas decisiones, avaladas por caprichos personales y encumbradas por una cauda de corifeos y fanáticos enervados en un dios, a falta de Dios.

De ese modo como recuerda mi amigo Aarón Sánchez, en un artículo reciente, prácticamente a pesar de que se cree lo contrario, ningún presidente ha podido imponer a su sucesor. En su memoria, el escritor, exhibe a varios que se evidenciaron en la impotencia de la rabia de no poder colocar a uno de sus cómplices más conspicuos o como decía Ruíz Harrell, en su libro de Exaltación de Ineptitudes, darle poder y continuidad al más estúpido, para contrastar que el antecesor todavía encontró otro peor que él.

Pero en la práctica, la gente, el pueblo bueno, y el no tan bueno, siguen siendo buenazos y creen que los perros se amarran con chorizo, porque eso de que otros piensen por mí, me ahorran lo que no quiero: justamente, pensar.

Y entonces surgen los tapados, las corcholatas y los candidatos que se auto inviten, mientras no se sepa quien será el prospecto de tirano que viene.

Y son tapados y corcholatas porque desde antes ya tienen el visto bueno de los que mandan en el país.

Una breve reflexión de inmediato nos acerca al piso de la realidad sin necesidad de llegar al sótano.

Mire mi querido lector, a manera de ejemplo sin mayores complicaciones, el personaje mas rico de México, Carlos Slim amo de la Ciudad de México, de su centro histórico, la joya virreinal arquitectónica más valiosa del continente, entre otras muchas pertenencias; es padrino de López Obrador y de Marcelo Ebrard de tiempo ha; a estas alturas al clavarle forzadamente en el gobierno a Claudia Sheibaum, Obrador, promovió el acercamiento con este padrino. Así que, entre ellos, quien vaya a decidir por supuesto que no es Morena, ni el pueblo bueno y mareado, menos López Obrador así se la tire de padrino, no es, no tiene la lana y poder real para hacerlo. Él mismo, es empleado.

Al del Palacio Virreinal solo le tocó hacerla de emoción, promover el circo. Porque parafraseando a un escritor de la oligarquía: Aguilar Camín, en Morir en el Golfo, en boca del cacique, le dice al operador del gobierno: ustedes en la burocracia no mandan, creen que mandan, pero no mandan…

Pero resulta que tampoco las trae todas consigo el jefe de la familia sirio libanesa en México, heredero de la Falange de Beirut, porque el magnate opera con los chinos, en materia electrónico-digital; precisamente la rama mas sensible para el Pentágono en materia estratégica. No es el único que elige.

Lo anterior en pocas palabras, representa un desacuerdo de fondo para dejar a un empleado de Telmex, otra vez, como el que ya se va; que resultó, para los demás votos del consorcio México, muy insatisfactorio. No porque no se hayan convertido en mucho más ricos, los ricos con Amlo; sino porque enredó avances con tal de beneficiar a sus padrinos cercanos de más, que ganaron con exceso sobre lo acordado, hasta cancelando proyectos como el aeropuerto, o inventando proyectos como el tren maya, para cumplirle al ingeniero Slim, como le dice respetuosamente el Peje a su patrón

Así que apenas estamos en los prolegómenos de los golpes que vienen, unos serán bajos e imperceptibles para los que ya tienen miedo de aspirar a un par de zapatos extra; pero otros guacamolazos serán de pronóstico reservado y falta un buen, para que se desaten los conflictos del tamaño programado. No coman ansias.

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