Texto y fotografía. Berenice Sevilla
El miércoles 8 de marzo miles de mujeres se manifestaron en calles de la Ciudad de México en protesta por los feminicidios, las violaciones, las desapariciones y la violencia de género que se padecen todos los días en todo el país.
Desde temprano diversos contingentes se dieron cita en la Glorieta de las Mujeres que Luchan, el Monumentos a la Revolución y hasta en las estaciones del Metro para caminar hasta el Zócalo capitalino y gritar “¡Ni una más, ni una más, ni una asesinada más!”.
Fueron niñas, adolescentes y adultas, quienes inundaron con su sororidad el Paseo de la Reforma, avenida Juárez, 5 de Mayo y el Zócalo amurallado.
Ataviadas con vestimentas moradas, violetas, lilas y verdes; con los puños en lo alto y sus pancartas con reclamos, unas cobijaron a otras; a las madres de las víctimas de feminicidios, a las hermanas de las desaparecidas, a las que denunciaron haber sido abusadas sexualmente, a las sobrevivientes de cáncer… fue un todas para todas.
Esta vez los vidrios rotos no fueron los protagonistas, fuimos todas, madres, hijas, amigas, mujeres trans, elles y hoy hasta ellos fueron “permitidos” y sin temor se sumaron, porque a todos y todas nos afecta la violencia.
¿Cuántas asistieron a este 8M? No lo sabemos bien a bien, pero difícilmente se podrán borrar esas imágenes de la Marea Violeta a lo largo del Paseo de la Reforma.
Fue una marea de emociones, desde la tristeza y la indignación por los asesinatos, las familias que padecen las ausencias de las desaparecidas; hasta la alegría y dignidad de todas aquellas que este 8M se atrevieron a salir a las calles por los derechos que no tuvieron sus antecesoras, por los que reclaman para ellas y por los de las que vienen atrás.