El agresor de Heidy Infante

Rubén Cortés.

 Con el endiosamiento de Cuba, en cada mañanera, como faro y guía del actual régimen mexicano, se puede pensar que la morenista Alcaldía Iztapalapa liberó inmediatamente al agresor sexual de Heydi Infante, porque era cubano: del país favorito del jefe.

 Porque las leyes de la CDMX contra los acosadores sexuales capturados in fraganti son durísimas: el artículo 179 del Código Penal persigue ese delito de oficio e impone de uno a tres años de cárcel. Sin embargo, al de Heydi Infante lo dejaron ir. Raro.

 Es llamativo que el agresor sea un cubano nacido en la generación del niño balsero Elián: una generación cubana que se crió, a paso de conga, con la llamada “Batalla de las ideas”, algo que la 4T quiere reeditar en México como “La revolución de las conciencias”.

 Como todo en Cuba tras el fin de la URSS, la “Batalla de ideas” fue un fracaso: produjo personas con escaso nivel educativo, casi nula educación formal y pésima capacidad laboral: en el último año, 300 mil de ellos llegaron como mano de obra baratísima a Miami.

 La “Batalla de ideas” fue una larga perorata oficial en el arranque de este siglo, que secuestró la conversación cubana con el fomento del odio a quien pensara diferente: una especie de mañanera de 24 horas diarias. Así que eso produjo: mucho odio.

 El odio y el resentimiento que trae adentro aquella generación de cubanos son producto del deterioro moral y cívico, que produjo en la isla la devastadora crisis económica que sucedió a la caída de la URSS y, con ello, el fin de su manutención total a la isla.  

 Aquella crisis sacó lo peor de los cubanos, al obligarnos a luchar para vivir, cedieron espacios a la dignidad con tal de alcanzar una vivienda, un buen trabajo, un viaje al extranjero y privilegios como comer salchichas o usar papel sanitario.

 Porque Cuba no es sólo deterioro material, sino un quebranto ético: la prostitución de los años 90, la delación como mérito, y los afanes por sobrevivir en un espacio copado por los aparatos del Estado, generan servilismo, resignación sorda, vileza.

 El cubano agresor de la cantante Heydi Infante es producto de todo lo anterior. No existe en el régimen cubano una cultura de protección a la mujer contra el acoso sexual. Apenas ahora es que se habla de una ley exhaustiva contra la violencia de género.

 Sí, la nueva Constitución señala el deber del Estado de proteger a las mujeres de la violencia de género y crear “los mecanismos institucionales y legales para ello, pero es papel mojado: cuatro de cada diez cubanas reconocen haber sufrido maltrato.

 Ese es el sistema político faro y guía del presidente mexicano. Ajá.

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