Carlos Arturo Baños Lemoine.
En la víspera del Día Internacional de la Mujer, establecido como tal por la funesta burocracia gris de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para darle gusto a la mitología feminista, resulta fundamental exhibir una de las muchas y grandes aberraciones asociadas con la “ideología de género”, hoy asumida, alimentada, propagada e impuesta por la ONU.
Dos son los brazos dogmáticos de la “ideología de género”: a) la mitología feminista y b) el lobby LGBTQ+. Para efectos de marketing político, ambos brazos suelen aparecer juntos, agarraditos de la mano, como “aliados de causa”, ya que ambos dicen luchar contra la fantasmagoría ésa del “heteropatriarcado”, tan necesaria para incurrir en la falacia del hombre de paja.
Pero resulta que, cuando uno rasca lo suficiente, dicha alianza es una farsa: las feministas, sobre todo ésas que se dicen “radicales”, tienden a rechazar al “transfeminismo” aduciendo que los varones que se hacen pasar por mujeres porque se creen mujeres son, en realidad, “impostores y enemigos de la auténtica y verdadera causa feminista”. Son algo así como el Caballo de Troya: las “mujeres trans” sólo son “machitos” disfrazados de feministas para dinamitar por dentro al “movimiento feminista”.
Esos “machitos” jamás comprenderán “la represión, la opresión y la exclusión que han sufrido históricamente las mujeres snif snif”. Para comenzar, esos “machitos” jamás han sufrido ni sufrirán la mensual tortura de la menstruación, ni las inconveniencias de un embarazo no deseado, ni las molestias mortales de un cáncer cérvico-uterino. Curiosamente, para las feministas “radicales” la biología sí importa. Claro, sí importa cuando les conviene; cuando no, bien que vuelven a echar mano del cuento ése de la “construcción social” porque “no se nace mujer, llega una a serlo, bla bla bla”.
Por supuesto que las “mujeres trans” apelan al vulgar dogma de Simone de Beauvoir para sostener, incluso, que “ellas” son más feministas que las feministas de vagina, ya que las “mujeres trans” han llevado a cabo todo un “proceso revolucionario de deconstrucción de su cuerpo sexuado, a fin de construir su identidad de género transgrediendo los límites semióticos impuestos por el heteropatriarcado”.
¡Caramba, mis amigos, cómo fue que llegamos a toda esta basura mental!
Como sea, el hecho es que existe el TERF (trans-exclusionary radical feminist), es decir, el feminismo que considera ilegítimo al “transfeminismo” y, por eso, lo excluye. Y, en respuesta, también es un hecho que existe el “transfeminismo” como parte sustancial del movimiento que defiende la autoadscripción identitaria. Y ambos movimientos no se tragan entre ellos: se trata de una morbosa competencia entre sectas victimistas.
¡Ahora sí, mis amigas, a conmemorar “todas juntas” el Día Internacional de la Mujer!
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Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.