Carlos Arturo Baños Lemoine.
Semanas atrás, la actriz xochimilca Michelle Rodríguez salió en la portada de la revista Marie Claire, una de esas típicas revistas de life style, o sea, de “vida, moda, belleza y estilo”. Obvio, el artículo principal versó sobre ella y tanto el texto como las fotos del mismo generaron amplia polémica; polémica que sigue hasta la fecha, por cierto.
La revista en comento se ciñó a la estrategia de marketing deconstructivo, muy propia de nuestros tiempos, y que consiste en poner en el centro del escenario a quienes han estado tradicionalmente al margen o fuera del mismo, es decir, a los “marginados”, a los “marginales”, a los “de afuera”, a los “excluidos”, a los “parias”, a los “invisibilizados”. ¡Ah, malditos Jacques Derrida y Gilles Deleuze, dónde viene uno a encontrarlos!
Por supuesto que la revista Marie Claire busca colocar sus “pútridos intereses comerciales” en un mercado hasta cierto punto virgen y prometedor, y Michelle Rodríguez resultó ser un excelente experimento social: colocar en el centro del mundo de la moda a una mujer chaparra, gorda, morena, étnica y simpática. Vaya se trata del estereotipo de la “gordita morena graciosa”, tan común en la comedia mexicana, desde Evita Muñoz “Chachita” hasta Michelle Rodríguez pasando por Lucila Mariscal y Dolores Salomón “La Bodoquito”.
Pero la revista oportunista no contó con una áspera reacción por parte de los consumidores y, sobre todo, de los contribuyentes: la gordura, técnicamente llamada “sobrepeso y obesidad”, es un severo problema de salud pública en México que todos los años consume miles de millones de pesos del presupuesto público en materia de salud, de tal suerte que la “apología de la gordura” no tiene nada de encomiable ni de aceptable, bajo ningún concepto.
La respuesta de Michelle Rodríguez fue inmediata y, como era de esperarse, recurrió al acostumbrado victimismo de nuestros tiempos: “hay gente que se suicida por las burlas que recibe por su condición obesa snif snif”. La estrellita farandulera mediocremente recurrió al sentimiento de culpa para atacar a sus críticos, pero esto no le resultó, sobre todo porque ella misma, en el artículo de referencia, apeló al “principio de autoaceptación” y ningún “gordo autoaceptado” se suicida por gordo, por simple definición lógica.
Y luego vinieron las adhesiones a Michelle Rodríguez por parte de Citlali Hernández, la senadora gorda de MORENA, por parte de Yuridia, la cantante gorda egresada de La Academia de TV Azteca, y por parte de un sinfín de gordas salidas quién sabe de dónde, de tal suerte que, de repente, el pobre judío pobre llamado Carlos Marx se transmutó en mujer obesa y gritó: “¡Gordas de todo el mundo, uníos!”.
¡Ah, qué tiempos tan jodidos estamos viviendo, mis amigos!
Y, en lo que todo esto se resuelve, yo recuerdo que es sábado de garnachas, así que, con su permiso, procedo a aumentar gustosamente mi Índice de Masa Corporal. ¡Provecho!
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