Leer a Marx, sí… ¡para después desecharlo!

Carlos Arturo Baños Lemoine / Ciudadano Cero

Carlos Arturo Baños Lemoine.

La semana pasada, el Tirano de Macuspana, Andrés Manuel López Obrador, respaldó la idea emitida por la Secretaría de Educación “Pútrida”, perdón, quise decir “Pública”, en el sentido de que los maestros deben leer a ideólogos como el comunista Carlos Marx. “Hay que leer a todos, a Aristóteles, a Platón y desde luego que hay que leer a Marx”, sostuvo el dictador populista durante una de sus aburridas “mañaneras”.

Y sí, la verdad es que, para hacerse de un buen criterio, hay que leer de todo, pero cuidado: hay que pasar por la criba de la lógica y de la evidencia empírica todo aquello que leemos; esto con el fin de quedarnos con las teorías y los autores que de verdad valgan la pena. Si procediéramos de esta manera, por supuesto que Aristóteles quedaría por encima del pobre judío pobre llamado Carlos Marx. Para empezar, Aristóteles es el “Padre de la Lógica”, de una lógica que no suele estar presente en mucha de la basura mental que se enseña en las aulas, sobre todo en las aulas universitarias.

El marxismo, el de Marx y el subsecuente, contiene demasiada basura mental. Cualquiera persona que con criterio fino desmenuce la obra de Marx, se daría cuenta de que este autor desperdició su vida escribiendo mucha basura. Marx ha sido “importante” para millones de personas no por la veracidad de sus ideas, sino por la utilidad política de las mismas.

Marx es de esos autores que pasan a la historia por la utilidad política de sus ideas, las cuales se vuelven emblemáticas para quienes quieren sacar provecho de ellas. Marx, ese empobrecido y pestilente escritorzuelo que “luchó por el cese de la explotación del hombre por hombre”, se ha convertido en un símbolo siniestro y perverso que sirve de soporte para cierto tipo de visión y de acción políticas: el comunismo. No importa que sus ideas sean falsas, inciertas o abstrusas, sino que sus ideas sean útiles para la acción política.

Este mismo camino han seguido escritores de la misma matriz ideológica de Marx, como el paupérrimo deforme Antonio Gramsci, el negro anticolonialista Frantz Fanon, el homosexual sidoso Michel Foucault, la lesbiana pelicorto Judith Butler y la transformista queer Beatriz Preciado, entre muchos otros. Se trata de productos mercadotécnicos para engañar bobos y para tratar de imponer ideas falsas y perniciosas en el espacio público.

No nos extraña que López Obrador admire y promueva a un tipo como Carlos Marx: él mismo es producto del adoctrinamiento comunista universitario. Recordemos que, tras el Movimiento del 68 y las fallidas revoluciones setenteras en América del Sur, las aulas universitarias de México se llenaron de “rojos” nacionales y extranjeros que enseñaban el marxismo como “socialismo científico”, y muchos idiotas se lo creyeron todo.

López Obrador es parte de esas generaciones universitarias a las que los comunistas les jodieron el cerebro y, ahora, sólo son zombies al servicio del comunismo; del comunismo que ha exhibido su falsedad, su ineficacia y su inviabilidad. Así que, mis queridos amigos, claro que hay que leer a Carlos Marx… ¡para después echarlo al bote de la basura!

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