Carlos J. Pérez García.
Estos días de visitas oficiales de nuestros socios del TMEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá), días soleados y de noches muy frías en la capital del país, nos pueden servir para pensarle un poco qué está sucediendo en América del Norte y otras partes. Claro, de allí, para tratar de atisbar hacia lo que podrá venir no sólo en el futuro inmediato sino en el largo plazo.
Joe Biden y Justin Trudeau, acompañados por sus esposas, anticiparon la seriedad de sus diferencias con México en cuanto a sus posiciones comerciales, económicas, migratorias, de seguridad, narcotráfico, energía… Con todo, la estrategia del presidente mexicano y su peculiar esposa pareció orientarse más a la cordialidad, la informalidad y hasta los acercamientos chuscos de la cónyuge del licenciado López Obrador (lo que antes había causado extrañeza en Brasilia).
Fue curiosa la insistencia de AMLO para que el avión presidencial de Estados Unidos usara el nuevo aeropuerto Felipe Angeles, en busca de una especie de aval a una de sus obras favoritas que, a pesar de tantos cuestionamientos, se construyó en lugar del ya iniciado Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). Eso no debe verse como algo que se pudiera incluir o intercambiar en una negociación de otros aspectos de mucha mayor importancia.
En fin, igual, durante la conferencia de prensa conjunta al extenderse demasiado el anfitrión no permitió que sus invitados respondieran preguntas, y era muy pertinente resaltar otras cuestiones de gran relevancia. Para el leído columnista Jorge Suárez Vélez (Reforma, 12/01/1923) se desaprovechó la oportunidad de plantear temas cruciales del histórico punto de inflexión que vive hoy el mundo: resurgir de la postpandemia, enfrentar el cambio climático, aprovechar la revolución tecnológica que se ha iniciado, encarar riesgos y oportunidades del primer conflicto militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, o las posibilidades de una invasión de China a Taiwán.
Sobre todo, del nearshoring (más cerca que China) se derivan todo tipo de oportunidades para las diversas regiones del país (incluido el Sureste), así como para los mexicanos que decidan emigrar en forma temporal y, al cooperar con fuerza y confianza en materia de seguridad, para los miles de estadounidenses que mueren por el consumo de fentanilo que se produce en México. Bueno, el comentarista Pablo Majluf como que chanceó en redes: Imagínate que eres México. / Se derrumban China y Rusia. / EU y Canadá te dicen: vente pa’ acá, güey, aquí es el siglo XXI, éxito garantizado. / Tienes la oportunidad de civilizarte un poco más. / Pero te gobierna una momia echeverrista que no entiende el mundo y prefiere a América Latina.
Pasará el invierno y, como dijo el gran poeta chileno, Pablo Neruda, podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. Tal como lo ha aceptado nuestro líder autoritario, a él le gusta la demagogia populista como estrategia política con los pobres para elecciones o popularidad, lo cual le podrá funcionar por un tiempo pero sugiere límites que los mexicanos tenemos que hacer valer. Además, México es observado a detalle por numerosos países y organismos internacionales, al tiempo que una visión inmoral de las finanzas públicas como herramienta electoral tiene límites al causar serios daños con ciertos programas que regalan dinero sin una contraprestación y no son fáciles de financiar o modular a largo plazo.
Así, esta política social no reduce realmente la pobreza ni la desigualdad, sino que genera incentivos contraproducentes y, sobre todo, crea una dependencia de diversos grupos con respecto a las transferencias de efectivo. También se deja de cumplir con muchas de las funciones del Estado y todo se puede complicar. Fíjense, luego, mucho tendrá que replantearse y reconstruirse… con roces y costos políticos, tal vez en medio de una crisis económica. Aunque el populismo autoritario pueda seguir de moda, acá tendremos que cambiar de itinerario.
@cpgarcieral