Carlos Arturo Baños Lemoine.
Finalmente, Yasmín Esquivel Mossa no quedó como Ministra Presidente de la Suprema Corte de “Inmundicia” de la Nación. Sí terminó pesando, en su contra, la sombra del supuesto plagio que cometió en relación con su tesis de licenciatura. Pero lo más triste de todo esto, es que este bochornoso acontecimiento sólo se prestó para hacer una crítica superficial y ocasional al “fraude académico” inherente al sistema universitario en su conjunto; un “fraude” que muy pocos quieren ver, porque se benefician del mismo.
Si, gracias a los avances de la informática, tuviéramos la oportunidad de analizar a fondo el contenido de todas las tesis profesionales, que sólo acumulan polvo en los estantes universitarios, llegaríamos a la conclusión de que el plagio, sea éste total o parcial, es una práctica habitual. No se trata sólo de Enrique Peña Nieto o de Yasmín Esquivel Mossa.
Y más aún: la inmensa mayoría de las tesis, plagiadas o no, resultan poco originales y nada relevantes. Su aportación a la historia real del conocimiento es poca o ninguna. Eso de “hacer una tesis” resulta, en realidad, un ejercicio arcaico de la burocracia académica. Es una práctica más del falso pedigrí intelectual que las mafias escolares han impuesto, por décadas, en los claustros universitarios. Una práctica a la que muchas generaciones de estudiantes se han sometido a manera de requisito, a fin de obtener las certificaciones oficiales que les permitan alimentar el mito de la “movilidad social”.
La vida universitaria está repleta de mitos, encaminados todos ellos a mantener un statu quo parasitario, obsoleto, anquilosado y amafiado. La tesis es uno de estos mitos; uno de los más perniciosos, por cierto. Las tesis terminan siendo colecciones intrascendentes de ideas y de citas, orientadas a demostrar que las mentes de los educandos han sido suficientemente pergeñadas por los dogmas impuestos por las “faunas académicas” que ejercen el control ideológico en las aulas y en las oficinas. Se trata más de actos de fe que de validaciones del conocimiento científico adquirido.
Por ello, la renovación de las “faunas académicas” se lleva a cabo a través de procesos de reclutamiento que garantizan la continuidad de los dogmas impuestos. La mafia ante todo, la Cosa Nostra.
Cuántas generaciones universitarias, por ejemplo, han sido contaminadas por esa basura mental llamada “marxismo”, al que incluso han llegado a llamar “socialismo científico”. Y qué me dicen del dogma principal de nuestros días, el “feminismo”, que con el eufemismo de “perspectiva de género” está siendo impuesto a diestra y siniestra hasta con el cinismo de considerarlo “perspectiva científica”.
El “fraude universitario” va más allá del plagio de trabajitos irrelevantes: guarda relación con estructuras de adoctrinamiento, propaganda, reclutamiento y operación política que funcionan con base en ideas anticientíficas o pseudocientíficas; todo esto desde las propias aulas. ¿Pero cuántos universitarios llegan a ver esto? ¡Bah, mejor seguir con los mitos!
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Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.