Raúl Flores Martínez.
Sólo bastó unas palabras del mesías tabasqueño desde el púlpito de palacio nacional, para que la borregada legislativa de Morena obedeciera en bajar los espectaculares a favor de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
Con eso se demuestra que los legisladores morenistas, no tienen una pizca de criterio para tomar decisiones propias y al viejo estilo de la borregada, obedecieron ciegamente, sin protestar, sin chistar.
Esos son los legisladores que tiene México, así es para lo que alcanzó en las elecciones pasadas, legisladores que en algunos momentos se asemejan a los marchantes de los mercados populares que gritan, se envalentonan y con un manotazo sobre la mesa, bajan la cabeza y obedecen ciegamente.
Así deberían de obedecer a los ciudadanos que contribuyen con el pago de sus impuestos a sus jugosos salarios que no tienen nada que ver con la mal lograda “pobreza franciscana”, una pobreza que se aplica en la mayor parte de los mexicanos, menos en estos legisladores que tienen sus pequeños lujos.
Envalentonados para obedecer, deberían ser para hacer y sobre todo para que las leyes se apliquen en un país que día con día se va a la basura por la extrema inseguridad en la que vivimos millones de mexicano; inseguridad que lleva miles de muertos en este sexenio.
Cuántas leyes en beneficio de todos los mexicanos han votado, no hablo de las leyes caprichosas de López Obrador; sino aquellas que pueden ser aplicadas diariamente en este país de corrupción, corrupción en un sexenio, dónde según ya se borraría de la mente de los mexicanos y del corazón de la administración pública.
¿Hasta dónde llegará la obediencia ciega? ¿Quién podrá terminar con esa obediencia ciega?
Obediencia ciega que llega al grado de la denigración legislativa, al grado de besarle los pies a un solo hombre que ha llevado al país a una polarización y división entre su sociedad bajo los fantasiosos sermones de primero los pobres que siguen siendo más pobres, mientras de la nada sus hijos y amigos cercanos surgen como prósperos empresarios.
¿Hasta dónde llegará la obediencia ciega? ¿Quién podrá terminar con esa obediencia ciega?