Por. Ernesto Zavaleta
“Este es un día de fiesta. Estamos aquí reunidos con un solo objetivo claro y trascendente: defender el sistema electoral que varias generaciones de mexicanos construyeron, que ha permitido la convivencia y competencia de la pluralidad y la estabilidad política, la trasmisión pacífica de los poderes públicos y la ampliación de las libertades”, dijo el único orador de la Marcha en Defensa del INE, José Woldenberg.
Así lo tomaron los cientos de miles que marcharon del Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución, con todo y contingencia ambiental, Y OTROS MILES en varias ciudades del país, Estados Unidos y Europa. Y ¿A qué fueron?¿Por qué fueron, fuimos?¿Son, somos, todos empleados de los convocantes?
No, fueron, fuimos a defender la lucha librada en el pasado y el futuro de una democracia en México, Si, aún en construcción, sin disposición a la destrucción.
Imagina que desde la época de Carlos Salinas, cuando se dio forma al Instituto Federal Electoral (1990), se eligieran a los consejeros por voto ciudadano abierto, sin analizar o escrutar a los candidatos a ese Consejo con la participación de las minorías, JAMÁS habría salido el PRI del poder, pues desde hace tres décadas los integrantes responderían únicamente al partido mayoritario, no habría ni Fox, ni Calderón, ni López… Sólo PRI por más de 100 años.
Imagina que no hubiera representación de las minorías con los plurinominales. NO habría oposición a los designios del presidente; si ahora se impone la orden de no cambiar una coma a presupuestos e iniciativas de reforma, con una mayoría simple, de la mitad más uno, en ambas cámaras del Congreso y se ignora a los otros, a la oposición, a los adversarios de la Cuarta Transformación, a los de pensamiento e ideas distintas al presidente.
Imagina que los estados no tuvieran un organismo al cual acudir en sus votaciones, cuántas entidades, cuántos municipios estarían en manos de un ente nacional, cuántos estarían tomados por grupos de poder locales ante la incapacidad de acudir a unas oficinas centrales.
SI, que les rebajen el sueldo a los consejeros; SI al voto electrónico; SI que les quiten el dinero a los partidos, SI que se fiscalicen los recursos para evitar que dinero de granes consorcios empresariales o del crimen organizado impongan con u poder económico a nuestros gobernantes o representantes en el Congreso.
SI, que se revisen las entradas y gastos de los partidos políticos, que dejen de existir las “donaciones al movimiento”, que sean transparentes las campañas, los ciudadanos deben conocer en qué se gasta el dinero de los contribuyentes destinado a candidatos y partidos, y hacer imposible una campaña de 18 años, sin trabajar, sin recursos propios, y se recorra el país con 200 pesos en la cartera y un solo par de zapatos, sin una explicación razonable, más allá de “con ayuda del pueblo”.
Bueno imagina que se aprueba la reforma electoral, se eterniza al partido mayoritario en el poder, en este caso Morena y sea haga Ley vivir con lo indispensable, porque otra cosa sería aspiracionista y conservador.
Imagina tener un soldado en cada esquina, aeropuerto, banco, carretera, puerto, aduana, farmacia, escuela, clínica y hospital. Que sea un soldado o marino el que te entregue, deposite o pague tu pensión o beca, más allá del 2024, más allá del 2028.
¿Te imaginas?
Decenas de miles, dicen algunos, cientos de miles, dicen otros, se imaginaron algo o todo lo anterior y marcharon del Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución, porque algo o todo lo que imaginaron ya lo vivieron en la dictadura de 70 años del PRI; porque algo o todo lo que imaginaron se vive en Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países que han caído en el encanto del caudillo y ahora son naciones con un régimen totalitario, autoritario, con la Ley de un solo hombre.
No se trata de evitar un simple cambio de nombre al árbitro electoral que como IFE o como INE ha organizado, vigilado y calificado cinco elecciones presidenciales, desde 1994 a 2018; una decena de procesos para renovar al Congreso, y al menos cuatro votaciones para gobernador en cada entidad federativa, eso incluye validar al actual presidente, a los 21 gobernadores y un sinfín de presidentes municipales y alcaldes en la CDMX de Morena.
Cada cambio de nombre significó en tres décadas una reforma profunda, además de otras y eso es lo que propone el presidente, no sólo un cambio de nombre, es una reforma electoral que va más allá de renombrar al INE como Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC), va más allá de reducir sueldos y prestaciones a los consejeros del instituto, va más allá de 30 o 40 años al pasado.
“Esa democracia se construyó con el trabajo de millones, de varias generaciones de mexicanos y mexicanas, cuyo edificio culminante fue el del Instituto Nacional Electoral. Ese gran cambio histórico no puede ser explicado sin la existencia de nuestro sistema electoral”, dijo Woldenberg.
Los protestantes en la calle y los opositores en el Congreso aceptan que el INE es perfectible, coinciden con Morena en la revisión salarial, en la fiscalización estricta de gastos, en el voto electrónico, para eso no hace falta una reforma constitucional, y hacer lo que ya hizo con el seguro popular o la reforma educativa, retroceder en lugar de perfeccionar.
El documento titulado “Ventajas, costos y riesgos de la elección popular de las autoridades electorales en México”, elaborado por el investigador César Alejandro Giles Navarro, advierte que transformar tan radicalmente al INE, uno de los principales componentes del sistema electoral mexicano, pondría en riesgo la estabilidad política y social del país, en la medida en que se haría parte de la lucha por el poder a las autoridades encargadas de aplicar las normas y resolver las diferencias entre las fuerzas políticas.
Imagina un México sin INE.
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