Alejandro Rodríguez Cortés*.
Vivimos en un país donde los responsables de la política interior y de las relaciones exteriores son precandidatos a la presidencia de la República. Por si esto fuera poco, lo es también quien gobierna la capital del país, sede de los poderes federales y una de las ciudades más grandes y complejas del mundo.
No es poca cosa. Veamos.
El aspirante Adán Augusto López viaja por todo México dizque para amarrar los votos necesarios (ya asegurados) para que transite la reforma constitucional sobre las Fuerzas Armadas, pero en realidad hace una gira de proselitismo y posicionamiento electoral. Como encargado de la gobernabilidad y responsable del equilibrio político interno pelea con mandatarios estatales y culpa a legisladores de supuesto maltrato a las élites militares, mientras presiona a impartidores de justicia para impulsar fallos que lo hagan quedar bien con el gran elector. Divide en vez de unir; destruye en lugar de construir; distrae la discusión de los verdaderos problemas nacionales y olvida procurar su solución. Se autolimita, pues, como secretario de Gobernación.
Marcelo Ebrard busca, como lo ha hecho toda su vida política, llegar a la cúspide del poder. Ya dejó pasar una oportunidad en 2012, cuando le cedió el paso a su actual jefe con tal de no ser responsable del cisma de la “izquierda” nacional. Hoy, usa su posición de canciller para impulsar su aspiración, en lugar de rescatar el alicaído prestigio de la política exterior mexicana. Prefiere decisiones de “quedabien” a la racionalidad diplomática y apuesta a que su colmillo y posicionamiento público le alcancen para estar en la boleta comicial de 2024.
Por si fuera poco, la esquizofrenia de la mal llamada Cuarta Transformación tiene a la ciudad de México a la deriva de una jefa de Gobierno que privilegia su papel de corcholata favorita sobre la responsabilidad de mantener funcionando una caótica metrópoli que desde el año 2000 ha visto drenar sus cuantiosos recursos económicos hacia aviesos propósitos aspiracionistas. Ha habido y hay dinero para promoción, pero no para mantenimiento de infraestructura urbana; hay tiempo para viajes de fin de semana, no para mejorar el bienestar citadino. #EsClaudia candidata y no gobernante.
Todo ello no es anecdótico ni debe soslayarse, porque más bien configura un desastre, que inició con políticas públicas equivocadas causantes de ausencia de inversión, estancamiento económico, inseguridad rampante, desabasto de medicinas y destrucción institucional, y sigue con el sinsentido de un gobierno cuyo objetivo parece ser simplemente la preservación del poder y no el bien común.
Y lo peor de todo: los huecos creados en el entramado de la administración pública federal son teñidos de verde olivo, bajo la complicidad presidencial que busca blindarse de sus propios yerros.
Adán Augusto es vocero del secretario de la Defensa Nacional, Marcelo funge como engañoso normalizador de los postulados del Foro de Sao Paulo y Sheinbaum hace eco interminable de la doctrina obradorista buscando la simpatía de los feligreses.
Poco importa la sana convivencia política, la posición internacional de México o el bienestar de casi 10 millones de capitalinos. Lo importante son las campañas. Lo relevante es quién gane la carrera presidencial.
Y de paso, lo políticamente útil es cubrir las fallas, omisiones y mentiras del presidente de la República, obsesionado por el juicio de la historia. Distractores en un gobierno fallido.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista.
@AlexRdgz