A fin de eliminar las sustancias cancerígenas conocidas como PFAS (perfluoro y polifluoroalquiladas) que contiene el agua pluvial, un grupo de científicos del Instituto de Química (IQ) de la UNAM diseña materiales porosos que las filtra en el vital líquido.
Se trata de compuestos no degradables por vía natural, por lo que se espera que persistan en el ambiente durante cientos o miles de años; por eso se les conoce también como “químicos para siempre o eternos”.
“A simple vista, nuestro desarrollo parece un polvo blanco, pero en realidad está compuesto por cristales microscópicos diseñados para capturar las sustancias perfluoro y polifluoroalquiladas presentes en el líquido”, expuso Dazaet Galicia Badillo, del Departamento de Química Orgánica del IQ.
Estos esfuerzos no son exclusivos de la Universidad Nacional, ya que científicos del mundo trabajan en proyectos similares. “Aunque es importante señalar que el objetivo ahora es degradar los PFAS in situ, y no sólo filtrarlos”, aseveró Alonso Acosta, compañero de laboratorio de Galicia, quien añadió: “pero de hacerlo mal corremos el riesgo de quedarnos con compuestos de las mismas características y con cadenas de carbono más cortas”.
Para lograr un proceso sin fallos, los científicos del IQ exploran una estrategia. “Lo siguiente es añadir aditivos químicos y un disolvente orgánico y calentarlos juntos, a fin de remover los átomos de flúor de los PFAS. Lo obtenido por esta vía son cadenas alifáticas que pueden reducirse con bacterias hasta obtener elementos no perjudiciales”.
Aun cuando las investigaciones están en proceso, se busca reducir la presencia de las sustancias. A decir de los científicos del IQ es posible, pese al mote dado a estos compuestos pues, como cuestionó Alonso Acosta Vera: ¿químicos para siempre?, eso es un término relativo.
Signos de alerta
Con aproximadamente mil personas durante el invierno y cerca de cinco mil en verano, la Antártida es el continente menos habitado, y aunque gran parte de su territorio se mantiene virgen, la poca lluvia y la abundante nieve que cae ahí contiene PFAS. Por lo anterior, la comunidad científica concluye que, sin importar lo lejos y apartado del entorno, el agua pluvial dejó de ser potable en el mundo.
Así lo constataron expertos de la Universidad de Estocolmo y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich tras una investigación de 10 años, cuyos resultados pueden leerse en la revista Environmental Science & Technology (edición del 16 de agosto). A decir de la profesora del Área Urbano Ambiental en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, Elena Tudela Rivadeneyra, enciende focos rojos pues parte importante del vital líquido que bebemos proviene de la captación de lluvias y de su escorrentía.
“Recordemos al Nuevo León de hace pocos meses y aquellas imágenes de presas secas, suelos agrietados por el Sol, nubes ausentes, agua repartida a cuentagotas y millares de regiomontanos molestos por la falta de chubascos. Atravesamos una crisis hídrica y saber que las precipitaciones pluviales traen consigo partículas riesgosas, lo complica todo”.
Los PFAS son un conjunto de más de cuatro mil 700 agentes químicos creados en laboratorio a mediados del siglo XX; es decir, no llevan con nosotros ni 100 años y se encuentran por doquier: se les ha detectado en lo más profundo de las fosas marinas, en los tejidos de animales de todas las geografías y se sospecha que cada uno, sin excepción, tenemos alguna cantidad en la sangre.
Gregorio Rafael Benítez Peralta, de la Facultad de Medicina de la UNAM, explicó que la exposición a estos favorece la disminución de la respuesta de anticuerpos, colesterol alto, crecimiento infantil y fetal mermado, cáncer de riñón, colitis ulcerativa, tiroiditis, eclampsia y preeclampsia (la Agencia Europea de Medio Ambiente añade a este listado sobrepeso e infertilidad).
En opinión de Elena Tudela es momento de replantear lo que hacemos en cuanto a gestión pluvial, pues actualmente las lluvias son una alternativa para abastecer de líquido a regiones marginadas, ejemplo de ello es PROCAPTAR, programa gubernamental basado en la instalación de un sistema de captación con fines de abasto de agua potable a nivel familiar. “La precipitación es el vehículo a través del cual estas sustancias llegan al humano y afectan su salud”.
La profesora añadió que no se trata de desechar estos esfuerzos, sino de considerar las posibles afectaciones, y a partir de ahí generar protocolos más seguros.
¿Químicos para siempre?