Rubén Cortés.
Los más de 40 mil venezolanos varados hoy en México, porque la pobreza los obligó a huir de su país, son una clase de historia en tiempo real, en vivo y a todo color, para que los mexicanos vean el futuro del sistema de gobierno que eligieron en 2018.
La economía mexicana crecía 2.5 ciento anual hasta que, con la llegada de este gobierno, se colocó en 0.0 en 2019 y decreció a -8.3 por ciento en 2020: un bajón descomunal que produjo cuatro millones de pobres y expulsó a seis millones de la clase media.
Igual sucedió en Venezuela con la llegada, en 1998, de un gobierno populista-militarista, que sigue aferrado al poder y se apoderó del órgano electoral, controló la prensa y eliminó casi toda la empresa privada, para quedarse sólo con algunos empresarios favoritos.
El resultado hoy, en 2022, es negro para los hijos veinteañeros y treintañeros de los autores del voto arrasador por Hugo Chávez en 1998. Porque son los hijos quienes pagan los errores de los padres. Velar por los hijos no es sólo darles la bendición en la mañana.
En dos décadas, la bilis de serpiente del chavismo envenenó sin remedio a Venezuela, que es un estado fallido dominado por una cúpula de militares y narcos. Es devastador el informe de las Naciones Unidas en su Asamblea General, el 12 de octubre pasado:
“Hay en este momento 7,1 millones de venezolanos migrantes y refugiados; y en los países donde viven, que más de la mitad de ellos no accede a tres comidas diarias ni tienen acceso a servicios básicos. La mayoría está varada en pueblos, marginada”.
Tras dos décadas de castrochavismo y nacional populismo, nueve de cada 10 habitantes de Venezuela se encuentran en la pobreza, a pesar de que Venezuela es el país con las reservas de petróleo más grandes del planeta.
Pero debe conseguir combustible en el mercado negro mundial, está hasta 90 días seguidos sin gasolina y permanecen hasta 18 horas sin luz eléctrica, pues la paraestatal petrolera está destruida y la red de distribución de electricidad está obsoleta.
¿Por qué? Porque las ocurrencias de un solo hombre las pagan los jóvenes de mañana. En 2003, Chávez decidió eliminar al talento del país y echó, por ser “conservadores”, a 17 mil 871 altos profesionales del monopolio estatal del petróleo, PDVSA: lo arruinó.
Chávez sustituyó a los profesionales despedidos con improvisados, a los que exigió 10 por ciento de capacidad y 90 de fidelidad. En aquel momento, PDVSA encabezaba el ranking mundial en empresas petroleras, pero hoy compra crudo de contrabando.
Y en México se dispara la migración de venezolanos. Pululan en nuestras calles, empobrecidos.
Ellos vienen del futuro.