Carlos Arturo Baños Lemoine.
El pasado jueves 15 de septiembre murió (es un decir) Axel Jodorowski, artísticamente conocido como Cristóbal Jodorowski, hijo de uno de mis grandes maestros existenciales, espirituales, teatrales y filosóficos: el brujo, el loco, el mago, el chamán, el poeta y el artista Alejandro Jodorowski.
Dicen los comunicados oficiales, hechos por personas vulgares, que no se sabe la causa del deceso. Yo sí la sé: “Suicidio filosófico”. Quien quiera saber más al respecto que recurra a Dostoyevski, a Unamuno, a Camus, a Bukowski, a Houellebecq…
Me uno a la pena terrenal que embarga al maestro Alejandro Jodorowski, quien mucho me enseñó sobre el Tarot de Marsella, quien me introdujo a la Psicomagia y al Teatro Pánico, quien me dijo que todas las madres son sagradas por el sólo hecho de que su coño es el conducto cósmico por el que llegamos a esta bella aventura llamada “vida”, quien me advirtió que el “gran conocimiento” se adquiere a punto de la muerte, quien me enseñó a ver los rostros detrás de las máscaras, quien me aseguró que la sabiduría sólo se halla en la extrema soledad, etc.
Alejandro Jodorowski es de los pocos personajes vivos que condensa la gran tradición mística universal. “Se puede ser místico incluso dentro del ateísmo, Carlos”, me dijo Alejandro hace ya muchos años.
Abrevando en la gran tradición mística hindú, egipcia, china, grecorromana y cristiana, Alejandro me dijo: “Cuando quieras saber quién eres en realidad, mírate pobre, hambriento, desnudo, moribundo, perseguido y aislado: lo que mires así, es tu verdadero yo”.
Hoy, me uno al “dolor puro” de Alejandro Jodorowski, al mismo tiempo que le digo que su hijo Axel sólo se ha reintegrado al primigenio polvo cósmico.
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