Alejandro Rodríguez Cortés*.
Se dice, con razón, que las proyecciones económicas oficiales siempre están sobreestimadas. Claro, ningún secretario de Hacienda o presidente de la República plantearían abiertamente un panorama pesimista, mucho menos si se trata de economía y finanzas, donde “anclar” buenas expectativas es el nombre del juego.
Pero el paquete económico 2023 que el gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación presentó al Congreso para su aprobación rebasa todo lo creíble y cae en lo más parecido a un catálogo de buenos deseos cuando no de francas y descaradas mentiras, el ya indeleble sello del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Cualquier ejercicio de planeación se basa, primero, en lo que se espera que suceda, pero no como un juego de adivinanzas sino como un ejercicio serio que planteé escenarios realistas o hasta optimistas, pero posibles. Para empezar, que este gobierno espere un crecimiento del Producto Interno Bruto del 3 por ciento duplica -¡sí, duplica!- el promedio de previsiones serias de los analistas económicos de México y de todo el mundo. Vaya, hay quienes pensamos, sin ser un mal deseo, que el año que viene el crecimiento nacional estará por debajo del 1 por ciento, con riesgo latente de que el indicador se acerque incluso al cero. Hay elementos para esta hipótesis, que se olvidan en el país de las maravillas mañaneras.
Una vez más, lo importante es la política, pero reducida ésta simplemente a preservar la imagen presidencial de cara a las elecciones por venir. La necia perorata del “vamos bien” hace que el secretario Rogelio Ramírez de la O sea cómplice de la suposición oficiosa de que la inflación bajará de los niveles actuales que ya rondan el 9 por ciento anual, a un fantástico 3.2 por ciento que mágicamente acabaría con un problema que ya molesta tanto a la población, que en Palacio Nacional amenazan con la imposición de los siempre perniciosos controles de precios, cuando no culpan a las empresas por la reetiquetación, sobre todo de alimentos. Eso sí, bien vale la pena engañar a los ingenuos con que no estamos tan mal como otros países: mal de muchos, consuelo de chairos.
Ya encarrerados, los economistas gubernamentales le apuestan a no tener que destinar entre 300 mil y 400 mil millones de pesos al subsidio de las gasolinas, pues esperan que los precios del petróleo no vuelvan a subir por arriba de los 70 dólares por barril, por más que Europa se prepara a una muy severa crisis energética en el invierno por venir, y a que nadie sabe cuánto más durará el conflicto de Rusia con Ucrania. Total, con una estampita y un “detente” la esperanza muere al último, y de paso le pedimos al creador que Pemex de pronto brinque en los próximos meses su plataforma de producción hasta los 1.8 millones de barriles diarios para que “rescate la soberanía nacional” y salgamos a flote.
Más mentiras: el gobierno “austero” de López Obrador no lo es tanto, pues incrementa su gato para 2023 en un histórico 11.6 por ciento y planea ejercer 8.2 billones de pesos. ¡Qué bueno! ¿Más y mejor salud pública? No, qué va: mientras se duplica el presupuesto para el Tren Maya, se reduce en 10 mil millones el gasto para medicamentos, y si las pensiones para adultos mayores han pasado de 40 mil a 335 mil millones en 4 años, persisten los subejercicios en educación, ciencia, prevención, y la inversión permanece estancada. De la Guardia Nacional, ahora bajo el mando de los militares en franca violación constitucional, ni hablamos: van para allá 68 mil millones de pesos, más de la mitad del presupuesto total de la SEDENA.
En ingresos, la cifra es de 1 billón de pesos menos que el gasto. López Obrador le sigue apostando al SAT, que sin aumentar impuestos presionará todavía más a su labor fiscalizadora para captar los recursos necesarios, que sin embargo no serán suficientes y harán que el déficit se financie con lo que el mandatario y sus corifeos niegan rabiosamente que exista: más deuda, ese fantasma tan rehuido por el discurso oficial que ha crecido en esta administración de 10 a 15 billones de pesos, de acuerdo con las proyecciones del paquete económico 2023, aquí sí ya no tan festivo y más bien oculto y sesgado.
Y para cerrar este brevísimo panorama presupuestal. 800 millones de pesos que bien servirían para ingentes necesidades colectivas, se destinarán al inoperante aeropuerto “internacional” de Santa Lucía, que tiene más motes y apodos que pasajeros, así como más eventos culturales que vuelos. Aún más: el avión presidencial que ya se “rifó”, nos costará 370 millones de pesos en 2023, así nomás, por tenerlo ahí guardado. Y la ya inaugurada Refinería de Dos Bocas, chupará otros 47 mil 200 millones de pesos sin refinar siquiera un litro de gasolina.
¿Saben qué concepto no tiene un solo peso consignado en el Presupuesto de Egresos de la Federación del año entrante? La flamante nueva empresa paraestatal que supuestamente explotará y comercializará el soberanamente nacionalizado litio mexicano.
Pura tomadura de pelo. Paquete económico corcholatero.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz