Alejandro Rodríguez Cortés*.
Apenas 24 horas antes de que el gobierno federal, en voz del mismísimo Andrés Manuel López Obrador, diera materialmente por muertos a los mineros atrapados en el pozo carbonífero de Sabinas, la coordinadora nacional de Protección Civil decía en la mañanera: “señor presidente, vamos muy bien”, en referencia al rescate de los infortunados trabajadores.
Laura Velázquez, licenciada en Historia y Arte, fue designada justo hace dos años como responsable de las políticas federales orientadas a salvaguardar la integridad de la población ante contingencias o desastres. Es obvio que en el nombramiento prevaleció el necio parámetro de la lealtad sobre la capacidad para ocupar un cargo público, de ahí otro más de los muchos resultados desastrosos en la gestión de la mal llamada Cuarta Transformación.
Tres semanas estuvo Velázquez al pie de la mina coahuilense, y su prioridad no pareció ser la vida de los 10 mineros, sino la administración de costos políticos de la tragedia y los efectos de ello en la popularidad de López Obrador, que cada vez más parece ser que es lo único que importa en este gobierno. Qué más da decir una cosa y luego otra: el síndrome de la Chimoltrufia bien vale ser exhibido si la figura mesiánica presidencial es preservada.
En este episodio, la comunicación oficial no transmitió jamás empatía para con los angustiados familiares que esperan a sus seres queridos. Más bien la estrategia era que la 4T no fuera colocada en el mismo nivel que el odiado periodo de Felipe Calderón, cuando se suscitó una tragedia similar en otra mina, Pasta de Conchos, que fue rabiosamente usada políticamente por los entonces opositores, hoy gobierno en turno. No importó para ello crear una falsa expectativa de rescate ni señalar como “politiquería” la exigencia de remoción de la representante gubernamental en el lugar.
No ha sido ni será el único caso de tumbos discursivos. Durante semanas las peroratas madrugadoras emanadas del salón Tesorería de Palacio Nacional trataron de minimizar la dimensión de las consultas solicitadas al gobierno de México por Estados Unidos y Canadá por presuntas violaciones a los compromisos establecidos en el Tratado de Libre Comercio entre las tres naciones. Primero buena voluntad y diálogo de la Casa Blanca, majadería después, fueron razones expuestas a conveniencia de López Obrador y sus obsesivos cálculos político-electorales.
Chimoltrufios el mandatario y sus fieles seguidores, que hace no mucho tiempo condenaban la posibilidad de militarización en el país para combatir al crimen organizado, y que hoy aplauden rabiosamente la ostensible violación constitucional que será trasladar el mando de la Guardia Nacional al Ejército mexicano.
Los embustes del gobierno federal son ya legendarios. Como con Pasta de Conchos, no querían tampoco portar la perniciosa etiqueta que tanto le afectó a Enrique Peña Nieto por el caso Ayotzinapa, y para ello no les importó tardar casi 4 años para finalmente reconocer lo que ya se sabía: los 43 estudiantes de la normal rural Isidro Burgos están muertos.
Andrés Manuel López Obrador ha dicho varias veces que sus muy caros caprichos de infraestructura se financiarían con el ahorro que supuestamente implica la erradicación de prácticas corruptas en el gobierno. No sucedió ni una ni otra cosa: austericidio presupuestal y suspensión de programas de gobierno han dado los recursos para las locuras del aeropuerto, la refinería y el tren, que registran graves sobrecostos ya reconocidos por la Secretaría de Hacienda, que desmiente sin pudor al mentiroso mandatario.
El último ejemplo que les traigo en esta entrega es la amnesia que mañosamente presentan los lambiscones que le celebran todo a su líder. Se hacen tontos en estos últimos días en que la gasolina mexicana es nuevamente más cara que la consumida en Estados Unidos, y ahora que la inflación en nuestro país rebasó a la de nuestros vecinos. No importa que apenas el mes pasado se llenaron la boca de falsos autoelogios y hasta de la ridícula oferta de subsidiar con recursos fiscales a consumidores estadounidenses.
Ni cómo ayudarlos. Simplemente son discípulos del personaje cómico María Expropiación Petronila Lascuráin, mejor conocida como “la Chimoltrufia”.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz