El cáncer cervicouterino es un tema de interés para las mujeres y para la población en su conjunto, por lo que es importante insistir en la prevención primaria, mediante la vacunación, y secundaria, a través de su detección oportuna, afirma la académica de la Facultad de Medicina de la UNAM, Lucely Cetina Pérez.
Es el segundo tipo de cáncer más frecuente en mujeres en edad reproductiva en nuestro país -sólo después del cáncer de mama- con aproximadamente 10 mil casos nuevos por año, y provoca de cinco mil a cinco mil 500 muertes cada año, añade la también investigadora en el Instituto Nacional de Cancerología.
Ese padecimiento -que es la cuarta causa de decesos a escala mundial y más frecuente en países de recursos limitados como el nuestro y el resto de las naciones latinoamericanas, por ejemplo-, aún registra cifras altas “cuando ya no debería haberlas”. La meta es erradicarlo, “pero nos falta mucho por hacer”.
Con motivo del Día Nacional de la Lucha contra el Cáncer Cervicouterino –que se conmemora el 9 de agosto–, Cetina Pérez explica que consiste en la proliferación de células malignas en el cuello del útero, proceso que puede implicar meses o años, hasta volverse invasor.
Existen diferentes tipos, pero el más frecuente, en 85 a 90 por ciento de los casos, es el llamado cáncer de células escamosas; otros menos comunes son, por ejemplo, el adenocarcinoma, el adenoescamoso o el neuroendócrino, pero son más agresivos.
La científica recuerda que en 99 por ciento de los casos, el cervicouterino se vincula con la infección por transmisión sexual del virus del papiloma humano (VPH); no obstante, hay otros factores de riesgo para padecerlo, como el tabaquismo e infecciones genitales, entre ellas clamidia o gonorrea, por ejemplo.
El uso de condones masculinos, detalla, ayuda a prevenir infecciones genitales y también a disminuir la infección por VPH y, por lo tanto, el cáncer cervical.
El inicio de la vida sexual a temprana edad y tener relaciones sexuales con múltiples parejas, también son importantes para el desarrollo de la infección por VPH que puede provocar el cáncer cervicouterino. “Todo eso se suma, pero la causa desencadenante es la persistencia del VPH”.
Lucely Cetina precisa que de acuerdo con el estado inmunológico y nutricional de la paciente, el virus persiste o puede progresar. Se ha observado que aproximadamente 30 por ciento de las mujeres infectadas desencadenan cáncer cervicouterino invasor.
Al inicio, alerta la universitaria, es asintomático y puede pasar desapercibido. Por desgracia los signos y síntomas aparecen cuando la enfermedad se encuentra en estados avanzados; los principales síntomas y signos son: hemorragia transvaginal después del coito, hemorragia transvaginal persistente, dolor pélvico, entre otros. Cuando la persona está prácticamente en estado terminal se presenta edema (hinchazón) de las extremidades inferiores o problemas para orinar.
Detectado en etapas tempranas, aclara la experta, se cura el 90 por ciento de los casos; cuando hay signos y síntomas la enfermedad está en una etapa clínica conocida como IB2 (es decir, cuando el tumor está confinado al cérvix y mide más de cuatro centímetros de diámetro); en ese y otros estadios más avanzados las probabilidades de curación pueden ir de 50 a 80 por ciento; y en etapas donde el padecimiento se disemina y llega a otros órganos, disminuye la supervivencia a menos de 30 por ciento “aún con los mejores tratamientos”.
El procedimiento en etapas tempranas es quirúrgico; en localmente avanzadas, cuando los tumores miden cuatro centímetros y hasta 10 centímetros, es decir etapas IB2 a Iva, el tratamiento consiste principalmente en radio y quimioterapia concomitante, seguido de braquiterapia (un tipo de radioterapia con una fuente de radiación en el cuerpo, dentro o cerca del tumor); al haber metástasis, es decir en etapas avanzadas, se usan quimioterapias e inmunoterapia. “Aunque con los nuevos medicamentos hemos alcanzado mejorías en cuanto a la curación y la supervivencia de pacientes, continuamos con limitaciones”, acota.
Vacunación y detección
Los aspectos principales para prevenir la enfermedad son la vacunación, detección oportuna de cáncer, especialmente mediante la prueba de Papanicolau, así como la difusión de información, tan necesaria para la población en general, opina la experta.
En México se ha reportado que hay niñas quienes comienzan su vida sexual a los 12 años de edad; sin embargo, de acuerdo con la Norma Oficial Mexicana la aplicación del Papanicolau debe realizarse a partir de los 25 años, abunda.
Las mujeres deben acudir al médico y efectuar el estudio por lo menos una vez al año. En el caso de las menores, tres o cuatro años después del inicio de la vida sexual y tener vigilancia médica cercana; la atención requiere ser individualizada.
Aunque existen otros métodos diagnósticos, el médico determina si es necesario llevar a cabo pruebas adicionales en sangre, colposcopia, etcétera, para prevenir el avance de la enfermedad cuando se presenta, abunda Lucely Cetina.
En tanto, por política pública, la vacunación contra el VPH está dirigida solo a niñas, pero en otros países existe también la posibilidad de realizarla en varones; en ellos se previene el cáncer anal y de pene, así como algunas verrugas anogenitales y orofaríngeas en ambos sexos.
En las menores es recomendable vacunarlas a partir de los 9 años de edad, y las jóvenes de hasta 23 años que no han sido vacunadas es recomendable que lo hagan, aunque hayan tenido exposición al virus. En los varones lo adecuado es a partir de los 13 años.
La “población blanco” son los adolescentes y jóvenes que de preferencia no hayan tenido vida sexual, detalla, debido a que la eficacia del biológico es de 97 por ciento; en quienes han estado propensas a una infección, la eficacia disminuye hasta 70 por ciento, aunque sigue siendo una cifra “muy importante”. La recomendación para niños, adolescentes y jóvenes sería vacunarse, aunque tendrían que hacerlo en el sector privado.
Finalmente, de acuerdo con la especialista universitaria, si se presentan síntomas o signos es necesario acudir de inmediato al médico, y de preferencia a centros oncológicos para recibir el tratamiento más eficaz.
UNAM