Por. Ah-Muán Iruegas
Al anunciar que la respuesta de México a Estados Unidos y Canadá, sobre los inminentes paneles comerciales entre estos tres países, se dará el próximo 16 de septiembre, AMLO está convirtiendo un problema comercial… en un asunto político.
Al tema, el señor presidente le está dando la mayor atención nacional. La respuesta, relativamente previsible, no tiene más escenario que la confrontación con Estados Unidos y Canadá.
Canadá siempre ha sido un aliado confiable de los Estados Unidos. Varias veces lo ha acompañado en sus guerras. Y ahora lo está acompañando de manera muy clara en este diferendo, pues su iniciativa de reclamación comercial en el marco del TMEC, lo hizo un solo día después del anuncio análogo de los Estados Unidos. Lo cual significa apoyo mutuo entre los dos países anglosajones, contra México.
Es decir, el escenario de confrontación en los paneles de tres árbitros que muy probablemente se van a instalar, va a ser nada menos que de México vs Estados Unidos “y Canadá”. Un desigual combate de dos, contra uno.
Ese pleito comercial es casi imposible que lo gane México en todos sus aspectos. Pues son diversas cuestiones las que reclaman ambos países. Algunos relativos a la ley de la industria eléctrica, pero otros sobre aspectos muy específicos como la detección de azufre en algunos petrolíferos mexicanos, en cantidades no admisibles.
De ahí que es casi un hecho que México perderá alguno de los casos que se van a plantear. Se estima que las pérdidas pudieran llegar a los 30 mil millones de dólares, en el peor de los escenarios. Aunque, como sabemos, las cosas siempre pueden empeorar.
Tales pérdidas, sin embargo, no serían ni para Pemex ni para la Comisión Federal de Electricidad. Se aplicarían aranceles en los productos que México exporta a los otros dos países del TMEC. Lo cual implica que perderán los exportadores mexicanos de autopartes, aguacates, jitomates y el resto de productos a los que pudiera encarecerse su precio, con solo rebasar nuestras fronteras.
Es decir, el pleito apunta a que se va a achicar el mercado de las exportaciones mexicanas. Nuestras exportaciones aportan aproximadamente un tercio del crecimiento mexicano. Por ende, podemos esperar que disminuya el empleo, la inversión extranjera y otros indicadores en alguna proporción, no despreciable.
Siendo muy fácil predecir que México va a perder dinero, resulta muy difícil entender por qué el gobierno federal está optando por una confrontación de esta naturaleza.
Lo hace por motivos políticos, pero también ideológicos.
Nuestros gobernantes suponen que la propiedad estatal es mejor que la propiedad extranjera. Lo cual suena muy bien, pero no siempre es verdad.
La energía eólica y otras energías limpias, fueron desarrolladas en México por empresas extranjeras, algunas de ellas españolas. Si hubo algún acto de corrupción, debió haberse castigado a esas empresas por la vía penal. Pero debió dejarse que dichas empresas contribuyeran a desarrollar la tecnología mexicana, tan necesitada de apoyos.
Pareciera también que AMLO está engendrando un escenario de confrontación con los Estados Unidos, por motivos de política interna.
El gobierno mexicano es un absoluto fracaso en materia de seguridad, y otro tanto en materia de salud. No hay mayor legado material de este gobierno, que una montaña de cadáveres.
Otros presidente produjeron su propia montaña de muertos. Peña y Calderon fueron unos campeones, aunque AMLO se acerca peligrosamente a quitarles la medalla…
En fin, el país es un caos mortuorio, como todo el mundo sabe.
Por ello, la única forma de poner a aplaudir a la gente, es apelando al nacionalismo.
El nacionalismo es una fuerza muy poderosa que moviliza pueblos por doquier. En esencia, todos los nacionalismos dicen lo mismo: “nosotros somos grandiosos, no como los demás países”. Seguramente hay mecanismos psicológicos que hacen que este tipo de mensajes tenga tanto éxito. Acaso el nacionalismo sea algo muy humano y natural, pero puede ser también algo muy primitivo… como por ejemplo Donald Trump.
Trump apeló al nacionalismo estadounidense, al utilizar su conocido eslogan “Hagamos a América grande otra vez” (Make America Great Again). Eso lo dijo el candidato Trump y con eso (y apoyo de Putin tal vez) ganó las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.
Un recurso similar puede ser utilizado por el gobierno mexicano actual. Si arman un tinglado nacionalista, antes de las elecciones presidenciales, pueden formar el alboroto necesario para ganar, aun con una candidata tan desabrida como Claudia Sheinbaum.
De esta forma, la confrontación con los Estados Unidos si puede aportar beneficios racionales, para un político (el problema es a qué costo).
El beneficio para el gobierno aumenta si consideramos que quien se va a aprovechar del monopolio que se está fomentando en la CFE, será no solo Manuel Bartlett (un héroe más del actual régimen), sino el propio gobierno federal.
Las ganancias económicas del pleito comercial, si acaso hay alguna, serán de hecho para el presidente en turno. Pues es el gobierno quien recibirá los dividendos. No habrá nada en principio ni para entidades federativas, y menos para los municipios –al menos, no directamente-.
Mucho menos habrá ganancias para el consumidor. Pues con tecnologías atrasadas como las de la CFE, es imposible que bajen los precios.
Si no atrapan a Manuel Bartlett un día de estos, como autor intelectual del asesinato de “Kiki” Camarena, agente de la DEA, entonces este señor, quien también se robó las elecciones de 1988 para beneficio del PRI y de Carlos Salinas de Gortari, va a ser quien administre nuestras “riquezas”.
Quizá por ello, la extradición de Rafael Caro Quintero, delincuente de alcurnia, será pospuesta o retrasada a propósito por el gobierno. Pues existe el alto riesgo de que Manuel Bartlett sea acusado en juicio.
Pero el caso Caro Quintero, tiene su propia lógica jurídica y no es seguro su desenlace. Lo que si es seguro es que el próximo 16 de septiembre, México amanecerá con un nuevo pleito. Esta vez, nada menos que con Canadá y con el gobierno de los Estados Unidos.