Raúl Flores Martínez.
Hace unos días hablamos de los nuevos grupos del crimen organizado que se han posicionado en el país en esta administración de la Cuarta Transformación. Tal vez muchos no se han dado cuenta por una sencilla razón, viven dentro de su esfera de confort a kilómetros de los problemas que generan estos grupos delictivos.
Esas focas aplaudidoras que se la pasan alabando al Presidente y sus malas decisiones en el tema de seguridad, nunca han estado en las comunidades o entidades, donde estos grupos delictivos secuestran, ejecutan, violan, extorsionan a la población, sobre todo a los comerciantes.
Un grupo que no se nos debe de olvidar y debe de estar en la nueva radiografía del crimen organizado, es el de “Los Ardillos” que tras 22 años se han asentado en el municipio guerrerense de Quechultenango. Este grupo delictivo, está dedicados en su totalidad a la siembra de amapola, el cobro de piso, la “piratería” y el secuestro. Actualmente, operan en la Región de la Montaña y el centro de Guerrero.
Fue fundado a inicios del actual siglo por Celso Ortega Rosas, “La Ardilla” (ex policía rural), y tres de sus siete hijos, acabando siendo un aliado de Los Beltrán Leyva.
Con el pasar de los años los Ardillos empezaron a manejar varias rutas de tráfico de droga que iban desde la región de La Montaña hasta los estados colindantes, además de dedicarse a delitos como extorsión y secuestro.
En 2014 se comenzaron a recrudecer los actos de violencia en veinticuatro comunidades de los municipios de Chilapa y José Joaquín Herrera, además de recrudecer su conflicto con la organización delictiva de Los Rojo y con algunas organizaciones civiles como el Concejo Indígena y Popular de Guerrero-Emiliano Zapata (CIPOG-EZ), lo que generó un éxodo de la población en su mayoría indígena.
Una violencia que ha crecido en los últimos dos años; no vamos tan lejos, tan solo ayer jueves, este grupo delictivo con el uso de drones y granadas de fragmentación, atacó la comandancia de la Policía comunitaria en la comunidad de Buenavista de la Salud.
Son estos grupos delictivos, los que en un par de años darán un gran de dolor a los tres niveles de gobierno que no podrá controlar y mucho menos pacificar el país que día con día está pisando la línea del límite.
Hasta cuándo entenderá, el Presidente Andrés Manuel López Obrador que debe de bajarse de ese pedestal que su enferma imaginación le ha creado, cuándo entenderá que a la criminalidad, no se le ataca con abrazos, sino con el brazo fuerte de la ley; porque esos malditos sicarios, no se detienen a pensar si es bueno o no secuestrar, ejecutar o descuartizar a sus víctimas.