Marissa Rivera.
Hace seis años, en el 2016, en uno de sus múltiples recorridos por el país, el entonces candidato tuvo una de sus recurrentes ocurrencias.
Dijo que, si la oposición postulaba a un burro o a una vaca, ganarían porque comprarían los votos.
Dos años después, en el 2018, Morena tuvo candidatos que en la hamaca y sin hacer campaña se enteraron que ganaron un puesto de elección popular.
Una ofensa para los burros y las vacas que son muy productivos, que trabajan todos los días, sin descanso, en el campo, en las comunidades rurales y todos los días producen algo.
Tan dado a hablar de animales en comparación con personas, en aquel 2016, previo a su tercer y definitivo intento por ser presidente de México, dijo que el símil lo hizo en referencia al libro de George Orwell, “Rebelión en la granja”.
¡Quién lo diría! En la vorágine electoral del 2018 una rebelión motivada por la bandera de la anticorrupción (hoy desgastada y vulnerada por los suyos, incluso parientes) provocó un tsunami a favor de su movimiento y comenzó un cambio de personas, no de actitudes.
Sacaron a unos corruptos para que entraran otros corruptos. Y ayer lo confirmó el presidente en lo que pareció uno de sus resbalones mañaneros y dijo “un gobierno sin corrupción no sirve para nada, para nada”.
Obvio, solo que con nuevos conceptos, por ejemplo los dineros ilegales para las campañas pasaron a ser aportaciones ciudadanas. Los fajos de billetes con ligas cambiaron a filas bancarias para hacer varios depósitos en efectivo a una misma cuenta. La revelación de actos de corrupción que antes eran un escándalo, hoy, solo son ataques de los neoliberales.
Los mismos corruptos con diferentes mañas y nuevas narrativas. La corrupción que engendra el poder, pero con otros datos.
Y así como una rebelión provocó un terremoto en sistema político mexicano, estamos en la antesala de un terremoto en el partido del presidente. El partido que él creó y en el que él manda. En el que los corruptos del pasado han sido perdonados y ahora son agentes del cambio.
Morena se creó con las escisiones del PRD, del PT, incluso del PAN, pero en su mayoría y para bien del presidente, son del PRI. Morena gana en estados gobernados, pero el PRI tiene más gobernadores que se crearon en sus filas.
Y de ahí la rebelión que viene. Ya aparecieron algunos conatos, con berrinches de algunos candidatos que no fueron elegidos por las maiceadas encuestas morenistas y en las que solo el que las gana las cree.
Nadie en su sano juicio confiaría en una encuesta donde el aprecio y el gusto de una sola persona definen al ganador.
Ahora que el presidente lanzó al ruedo a tres de sus consentidos y algunos de relleno, abrió las puertas al conflicto.
A todos les vale lo que la autoridad electoral diga. No les importa, ellos detentan el poder y tienen la bendición y “los tiempos perfectos del señor”, según Adán Augusto López, secretario de gobernación.
Soberbios y arrogantes se creen el burro y la vaca de las que hablaba su jefe, hace seis años.
Pero a esos consentidos se les borrará la sonrisa, cuando el dedo índice del señor elija a uno.
¿Se rebelarán los otros dos?
Porque hay uno, con ADN priista, que ya sabe lo que significa rebelarse. En 1998, los priistas lo relegaron de la candidatura para el gobierno de Zacatecas. Se fue al PRD y le ganó la gubernatura al partido tanto le dio, menos la candidatura a gobernador.
Ya con Morena tuvo un intento de rebelión, cuando una encuesta le dio el triunfo a Claudia Sheinbaum como candidata a la jefatura del gobierno capitalino. Se enojó, se aguantó y hoy es la principal figura morenista en el Senado.
Ricardo Morenal sabe que va a estar en la boleta presidencial. No tiene claro si por Morena, por otro partido o por una alianza, pero va a ser candidato.
El ejemplo más cercano lo tiene en el “coco” del presidente: Felipe Calderón, quien se rebeló a Vicente Fox, ganó la candidatura y la elección presidencial.
Se viene una rebelión en la granja morenista. Mientras la oposición sigue aletargada, un correligionario, despabilado e insubordinado, está sacudiendo la estrategia y la paciencia presidencial.