Alejandro Rodríguez Cortés*.
En democracia se gana y se pierde, dice el lugar común.
Hay que tenerlo en cuenta hoy más que nunca, porque los resultados electorales de Morena en los últimos años a nivel local, que le han otorgado 20 gobiernos estatales, han derivado en una narrativa que quiere hacer virtualmente invencible al partido en el poder. Los más recientes comicios en 6 entidades, de las cuales el obradorismo ganó 4, confirman la tendencia ganadora del partido guinda y vuelven arrogantes y más soberbios aún a sus dirigentes y simpatizantes.
Sin embargo, no hay que olvidar que cada elección es diferente. A partir del inobjetable triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018 éste ya no aparece -ni lo hará- en las boletas electorales, y por lo tanto su nivel de popularidad ya no se traslada totalmente a las intenciones de sufragio. El líder de la mal llamada Cuarta Transformación trató sin éxito de estar presente en la elección intermedia de 2021 con el pretexto de la revocación de mandato, y el resultado fue que Morena perdió su mayoría en la Cámara de Diputados, aunque se haya llevado casi todas las gubernaturas en disputa.
El mensaje del electorado fue claro: la elección local es una y la federal otra. Además de los factores específicos de cada región, a nivel nacional la ciudadanía pareció inclinarse de nuevo por el voto diferenciado, porque en 2018 la balanza se había inclinado a darle mucho más poder al nuevo mandatario que a sus predecesores, quienes enfrentaron un congreso dividido desde 1997.
Pero el desgaste en el ejercicio del poder y la ausencia de resultados positivos de gobierno actual han desencantado -calculo- a la mitad de los 30 millones de electores que sufragaron por AMLO hace 4 años, con lo que el presidente de la República y su partido regresaron a su base de voto duro, nada despreciable a nivel federal, aunque siguieron ganando comicios locales con una mezcla de apoyo gubernamental, gobernadores salientes entregados a Palacio Nacional, candidatos competitivos a nivel local, intromisión del crimen organizado y alto abstencionismo.
Pero, ¿le alcanzarían esos 15 o 16 millones de votos a Morena para retener el poder 2024? Depende de varias cosas.
Primero, de quién sea su candidato o candidata. Las ya famosas “corcholatas” han sido destapadas pero falta mucho tiempo y muchas circunstancias para saber si López Obrador, el gran elector, mantiene su preferencia por su incondicional Claudia Sheinbaum; aplica su plan “B” en la figura del paisano Augusto López, o sorprende a propios y extraños con buscar nuevos votos (arriesgando otros) en la persona del canciller Marcelo Ebrard.
El segundo y también determinante factor será si la oposición va unida o no a competirle al oficialismo. Hace unos días, la coalición ganó dos elecciones y perdió dos, pero Morena arrasó en las otras dos donde no hubo alianza opositora. Para 2024, también será determinante quién abandere a un grupo de partidos anti 4T y si en éste participa Movimiento Ciudadano.
Un tercer factor será la participación ciudadana. Creo que en el alto abstencionismo hay escondido un voto que no estaría a favor de la continuidad política. A mayor participación habría más competencia, intuyo.
Finalmente, será relevante lo que pase en los dos últimos años de esta administración. Parece que es irreversible el desastre en materia de seguridad pública, salud y economía, pero a esta fórmula perdedora puede sumarse una crisis fiscal y financiera causada por una eventual recesión mundial y una inflación sin control, para la que nuestro gobierno no está preparado ni mucho menos blindado.
La conclusión: no hay que adelantar vísperas por más que el mapa nacional se tiña del color oficialista. Por supuesto que hay tiro. Siempre lo hay desde que tenemos normalidad democrática-electoral, esa que por cierto no le gusta a Andrés Manuel López Obrador aunque se haya servido de ella.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista.
@AlexRdgz