Carlos Arturo Baños Lemoine.
La semana pasada fue muy importante para la causa antifeminista, es decir, para nuestra causa. Un jurado de EEUU condenó por difamación a la actriz Amber Heard, por lo cual ésta tendrá que pagarle 15 millones de dólares a su ahora ex esposo, el problemático actor Johnny Depp.
Amber Heard acusó públicamente a Johnny Depp de maltrato doméstico, de violencia intrafamiliar, y, por varios meses, la “balanza de la justicia” se puso a su favor porque, como ya todos ustedes saben, la mitología feminista se ha encargado de contaminarlo todo con su basura dogmática del “Yo sí te creo, hermana”. Ya saben se trata de un acto de fe, de un acto de fanatismo, que está corroyendo a nuestra sociedad: el feminismo es un cáncer social, no lo olviden.
Pero, para infortunio de la mitología feminista y nadando a contracorriente, Johnny Depp logró acumular suficiente evidencia empírica para demostrar, más allá de toda duda razonable, que Amber Heard mentía y mentía mucho a objeto de hacerse “la víctima”.
Johnny Depp incluso logró demostrar, contundentemente, que Amber Heard ejercía violencia intrafamiliar en su contra y que incluso se ufanaba de ello, al grado de llegar a decirle a Johnny Depp, ante una posible demanda, “Nadie te va a creer por ser varón”. Fíjense qué duro: “Nadie te va a creer por ser varón”. Esto es, que la tipa conocía perfectamente bien el grado de putrefacción que afecta a todos los sistemas de justicia por influencia de la nefasta mitología feminista.
El Caso de Johnny Depp por eso se volverá emblemático, por eso se volverá paradigmático, por eso se convertirá en un parteaguas histórico: se trata del caso de un varón famoso y adinerado que, contra un sistema de justicia ya podrido por el feminismo, pudo demostrar que era inocente y que la culpa realmente recaía en quien lo acusaba de maltrato. Pese a tener todo en su contra, comenzando por el sistema de justicia, Johnny Depp demostró que la verdad jurídica y la verdad histórica estaban esencialmente de su lado. A él se le sancionó por algo menor.
¿Ahora ya seremos capaces de comprender el enorme daño que le está haciendo la mitología feminista a nuestra sociedad? A lo largo de los más recientes cinco siglos, el Occidente ha crecido de la mano de la Modernidad, uno de cuyos estandartes básicos es la ciencia, donde habitan la razón, la evidencia empírica y la demostración fehaciente.
Pues bien, ese gran baluarte, la ciencia, está en riesgo de desaparecer ante la fuerza del irracionalismo inherente a la mitología feminista. Apoyar al feminismo significa apoyar al fanatismo violento y a obnubilación mental.
No lo olviden, mis amigos: el feminismo es un cáncer social.
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Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.