Posada, obra inagotable: Laetitia Bianchi

México.-“José Guadalupe Posada (1852-1913) es un genio y la palabra no es usurpada. (Su trabajo) es un paso entre la caricatura de prensa y la vanguardia de principios del siglo XX”, afirma la escritora Laetitia Bianchi, que recién publica el libro Posada, genio del grabado, una nueva aproximación a la obra del grabador, en el marco del 170 aniversario de su nacimiento.

El volumen aporta nuevas rutas y lecturas sobre la obra del grabador mexicano, como artista internacional en vías de ser descubierto.

De la caricatura, dice Bianchi a Excélsior, Posada utiliza la vitalidad, la expresividad de los personajes y, además, él imagina la abstracción en la composición, el hecho de no entregar escenas, sino de construir las imágenes atemporales. ¡Todo eso para hojas volantes! Así que sus innovaciones las hizo en la prensa de a centavos, con medios de impresión artesanales.

Además del uso moderno de una técnica antigua, como el buril, lo convirtió en el último representante y el más espectacular de una técnica nacida en Europa con la invención de la imprenta, abunda la también editora Francomexicana.

“Posada es un precursor. No es por nada que los artistas del periodo entre las dos guerras lo hayan considerado un maestro. Pero eso le jugó una mala pasada: en vida no conoció la gloria, sólo el placer de saber que sus dibujos eran vistos por los habitantes del centro de la Ciudad de México”, comenta.

Bianchi recupera que, fuera de México, los grabados de Posada fueron recibidos en el Petit Palais, en París, durante una exposición en 1964. “Sólo se presentó una veintena de grabados de Posada, pero su vida y su trayectoria casi no se conocían”.

¿Cómo es vista hoy su obra en Europa?, se pregunta a Bianchi. “Es paradójico.  En el medio de la ilustración y del grabado, Posada es muy apreciado desde hace muchos años, pero, al mismo tiempo, se le conoce muy poco. Algunas imágenes (sobre todo las calaveras), inmediatamente vistas como obras maestras, fueron suficientes para darle una gran influencia”. Sin embargo, hasta antes de 2019 no había ninguna obra en francés que abordara su trayectoria.

 “Es sorprendente que, habiendo sido glorificado por los surrealistas en 1938, Posada haya vuelto a caer en el olvido. En el medio de los historiadores del arte, fuera de las personas que tienen alguna relación con México, Posada es todavía poco conocido, a pesar de su posición mayor en la historia del arte”, asegura.

Por suerte, ahora mismo se lleva a cabo la primera retrospectiva de Posada en Francia, en el Museo de la Imagen en Épinal, concebida a partir de la colección de Mercurio López Casillas. Bianchi ubica en Posada a un creador cuyo trazo de dibujante muestra, desde su juventud, una gran cultura, una facilidad y una gran soltura que viene del trabajo y de un ojo ejercitado.

“¿Daumier?, ¿Doré? ¡Lástima!, no se sabrá jamás quien lo inspiró, o no, pues Posada no dejó ningún escrito, ningún texto. Murió en el olvido.

No se sabrá jamás si Posada, de quien se sabe que conocía los caricaturistas europeos –pues la prensa francesa llegaba a la capital, era satírica y muy vivaz en el siglo XIX–, vio o no la serie de imágenes de Grandville sobre la muerte.

La experta considera que es posible que la viera, por lo que podría realizar un libro de iconografía comparada sobre el tema.

“Pero en lo que concierne sólo a las calaveras, Posada marcó una ruptura. Es el alma de un país que él magnifica, que él transcribe. Grandville fue un dibujante excepcional, pero no podía hacer algo como Posada, pues él logró poner en imágenes la relación entre la vida y la muerte propia de México”.

Finalmente, Bianchi destaca que la década de 1890 fue la mejor de Posada, cuando produjo sus tres calaveras de gran formato: Purgatorio artístico, la Calavera de los periodistas, y el fabulosoDon Quijote, en la que las calaveritas revolotean alrededor del gran caballo.

“Toda la serie grabada al buril es extraordinaria y esas imágenes, si se hace un zoom, son de una precisión extrema. Por mucho tiempo, los detalles fueron borrados por la mala reproducción de las imágenes, haciendo creer su trazo como rugoso y grueso, que parecía ir de la mano con el lado “popular” de Posada, pero su uso del buril era suave, flexible, expresionista, abstracto y preciso, algo incomparable”, concluye.

Esqueletos en textos de Ikkyû Sôjun 

Un aspecto inesperado en este volumen, publicado por Artes de México, es que la autora traza un vínculo entre las calaveras de Posada y las xilografías que ilustran el texto Esqueletos de Ikkyû del monje y poeta Ikkyû Sôjun (1494-1481).

 “Lamento que haya pocos estudios comparativos entre el arte de continentes y civilizaciones diferentes sobre temas iconográficos cercanos. El arte, al menos en Francia, es todavía muy eurocentrista y el ‘olvido’ de Posada en estas décadas está ligado a este hecho”, explica Bianchi.

Y agrega: “En mi libro quise hacer notar el hecho de que calaveras existieron también en Asia. En Francia se conocen las representaciones de la muerte en las danzas macabras europeas que florecieron en el siglo XV y hasta el siglo XVII, pero me quedé sorprendida cuando constaté que no había casi ningún estudio comparativo entre las ‘danses macabres’ y la obra de Posada, salvo algunas páginas de Paul Westheim en La Calavera.

Y asegura que en los grabados que ilustran el texto de Ikkyû está lo que hay en Posada: la alegría pura, y calaveras que comen, bailan, duermen, se abrazan, tocan música.

 

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