Alejandro Rodríguez Cortés*.
El mundo está poblado por aproximadamente 7 mil 800 millones de personas cuyo género nos hace comunes por definición -seres humanos- pero diversos por raza, cultura, religión, condición, costumbres, política y valores. También nos diferenciamos por algo elemental: nuestro comportamiento para con los demás.
La muy compleja convivencia de la Humanidad ha generado leyes, normas, reglas y patrones de conducta que evitan en lo posible el caos. Los plenos derechos que nos otorga la condición humana se acotan o incluso terminan en el incumplimiento del marco legal que nos rige.
¿Imaginan al criminal común apelando a su condición humana para exculparse? ¿Acaso sus víctimas no fueron violentadas precisamente en su mínimo derecho de integridad o de vida? ¿Merecen igualdad de tratamiento los victimarios que sus víctimas?
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quedará marcado para siempre por haber dicho que su gobierno cuida la vida de los delincuentes “porque son seres humanos”. Vaya, vaya. Proteger a quienes tienen asolado a un país que padece la violencia sin control del crimen organizado.
¿Querrá decirnos López Obrador que los 120 mil mexicanos que han sido asesinados durante su gobierno no eran seres humanos y que por eso no los protegió? ¿El comandante supremo de las fuerzas armadas le está pidiendo a sus tropas que claudiquen frente al enemigo porque se trata de personas, aunque secuestren, violen, maten, extorsionen y roben?
Parecía un desliz presidencial, como aquel del “no me vengan con que la ley es la ley”, que después quiso matizar. Pero no. El mandatario ratificó lo dicho en la mañanera siguiente. ¿Por qué?
La única explicación posible, que no lo justifica, es que está acorralado en una promesa incumplida que él mismo reiteró una y otra vez cuando buscó el voto de los mexicanos: él y sólo él pacificaría al país. Hoy, tres años después, la inseguridad y la violencia están peor que nunca y pareciera que la retórica mañanera es lo único que le queda al inquilino de Palacio Nacional
Por eso insiste en pedir paciencia para que su política de “abrazos y no balazos” dé resultados. Por eso miente en que la estrategia funciona, a pesar de que las propias cifras de su gobierno indiquen lo contrario. Por eso sigue culpando a un gobierno previo, el de Felipe Calderón, que dejó de serlo hace ya 10 años. Por eso chapotea en su propia estulticia y de quienes -abyectos y lambiscones- le replican y hasta celebran todas sus mentiras y ocurrencias.
En la lógica simplona del presidente, pareciera que lo que se le exige es que mande matar a los malos, como segura y entendiblemente desearían familiares de las víctimas. No es cierto. Su obligación como jefe de Estado y de gobierno es procurar la seguridad y el bienestar común, y usar la fuerza si fuera necesario para ello. Debe perseguir a los transgresores y presentarlos a la justicia para determinar y aplicar un castigo. En suma, acabar con la impunidad y con ello evitar la reincidencia.
Pero el presidente de la República apela a la humanidad con la misma ligereza con la que tilda de “traidores a la Patria” a quienes no piensan como él, o con la que sugirió golpismo en la lucha de los papás de niños enfermos de cáncer. Por cierto todos ellos, supuestos traidores y golpistas, también son seres humanos.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista.
@AlexRdgz