El PRI y Cuba y Morena y Cuba

Rubén Cortés.

 Un sector del enclave anticastrista del Sur de La Florida está errado al entender que la política del actual gobierno de México hacia Cuba es la misma que tenía el PRI: pero el PRI nunca se subordinó a la isla, ni se enemistó con Washington a causa de la isla.

 Morena, que aglutina lo menos talentoso del PRI, le regaló el discurso de honor en las Fiestas Patrias al gobernante designado de Cuba, Díaz-Canel, un día después de que éste había encerrado a 272 presos políticos y ocho mil detenidos, por gritar “patria y vida”.

 El PRI jamás hizo algo así. Su relación con Cuba fue siempre como juego de ganar ganar y no como juego de suma cero, desde que México fue el único país que mantuvo relaciones con la isla, tras su expulsión de la OEA por convertirse en una dictadura comunista.

 Aunque el PRI vendió siempre aquella posición como una muestra de “independencia” ante Estados Unidos, lo cierto es que, a sugerencia de Brasil, hubo un pacto secreto entre México y Estados Unidos para mantener al menos un canal con La Habana.

 Johnson dijo que el continente se sentía muy relajado ante el hecho de que México mantuviera su embajada en La Habana. “Muy bien, eso es bueno”, le dijo a su secretario de Estado, Dean Rusk, uno de los artífices del acuerdo.

 Para expertos en relaciones internacionales en América Latina, aquella maniobra fue un aporte mexicano al legado político e intelectual de Maquiavelo. Fue también una muestra de la exquisitez política de la diplomacia del PRI.

 Desde aquella posición, el PRI ayudó a que la isla y Washington la llevaran lo mejor posible, durante los periodos de casi todos los mandatarios estadounidenses desde Kennedy hasta Obama, pasando por Reagan, Bush y Clinton.

 Un registro notable fue en 1994, para la solución de la Crisis de los Balseros, cuando Clinton iba por un bloqueo naval a la isla, con las consecuencias desastrosas que habría provocado en la región, pues ya Cuba había tumbado dos avionetas civiles de Estados Unidos.

 Clinton advirtió: “Castro me hizo perder una reelección (Arkansas 1982); no me hará perder otra”. Se refería los motines de presos cubanos (mandados por Fidel Castro en el éxodo de Mariel) que incendiaron Arkansas y hundieron su gestión como gobernador.   

 Fidel le escribió al presidente Carlos Salinas: “Ojalá usted pueda convencer a nuestro ya casi común amigo…”, en referencia a Clinton. Salinas lo consiguió. Resolvió la crisis y Estados Unidos quedó obligado a otorgar 20 mil visas a cubanos por año.

 Hoy, en cambio, la política mexicana hacia Cuba es de subordinación. Ya escucharemos alto y claro al presidente en su próximo viaje a Cuba.

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