Rubén Cortés.
A menos que nos hayamos perdido de algo, México hoy está cometiendo el error de Cuba ayer: entregar la formación del hombre del futuro a hombres mediocres. Así que un tal Max Arriaga ha decidido que nuestros hijos sean adoctrinados.
Hasta ahora, pocos sabían de debajo de qué piedra había salido Arriaga. Pero, de pronto, es el funcionario que decide cómo serán los mexicanos del mañana y, además, que los maestros que los enseñan no sean evaluados, sino que ellos se autoevalúen.
¿Quién es Marx Arriaga? Es, en los hechos, el verdadero secretario de la SEP, aunque su cargo es el de Director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública. Desde esa posición, determina cómo deben formarse los niños mexicanos.
Y lo decidió, según él mismo ha dicho, acuerdo con la teoría del ideólogo del comunismo soviético, Mijail Bajtin, autor del libro Marxismo y filosofía del lenguaje (1929). Siguiendo el método de Bajjin, mandó hacer los nuevos libros de texto para nuestros niños.
En un país donde 70 por ciento sale de primaria sin leer con fluidez ni comprender textos, Arriaga se enfoca en calenturas ideológicas, y elimina de los libros palabras como “competencia”, “eficiencia” y “productividad”.
Sí, según los parámetros de la SEP, los egresados de primaria deben leer 125-134 palabras por minuto y los de secundaria 155-160, pero sólo tres de cada 10 está dentro del estándar de lectura y comprensión.
La idea de Arriaga para educar a esos niños, niñas y adolescentes es que se preparen en las escuelas para “compartir” y no para “competir”, para convivir, pues. Además, que no se examinen y así que no sientan presión por avanzar según su índice académico.
La principal tarea de los niños mexicanos, bajo la conducción de Arriaga es alinear sus objetivos escolares a los propósitos de la autollamada “Cuarta Transformación”: o sea, al pensamiento y a la obra de su jefe, el actual presidente de la República.
Gracias a la idea de Arriaga, los maestros que enseñan a los niños mexicanos tienen que comportarse como “líderes sociales” y no andar en tonterías, como pasar evaluaciones para medir sus capacidades profesionales.
Arriaga considera que los maestros mexicanos pierden mucho tiempo en tareas, exposiciones y exámenes, por lo que propone una autoevaluación para “examinar las propias prácticas y el sentido con que se realizan”, sea lo que eso signifique.
El país enfrenta una baja de la matrícula en los distintos sistemas educativos: casi dos millones de estudiantes abandonaron la escuela durante los dos años de pandemia, por falta de clases presenciales.
Y aparece un adolescente político emocional con la solución, sacada de un libro soviético de 1929 que se llama Marxismo y filosofía del lenguaje.
En esas estamos.