Raúl Flores Martínez.
Para nadie es un secreto que la Trata de Persona, en cualquiera de sus modalidades, es uno de los delitos que han aumentado en los últimos años en México, un delito que va de la mano con la desaparición de personas que algunas veces concluye en feminicidios.
En el marco del Día Mundial contra la Esclavitud Infantil, que se conmemora este 16 de abril, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México ha recibido más de 60 reportes clasificados como Trata de Personas en los que las víctimas son niñas, niños y adolescentes, entre 2021 y lo que va de este año.
El 47 por ciento de los casos están relacionados con prostitución ajena y otras formas de explotación sexual, y 35 por ciento con trabajo o servicios forzados y explotación laboral. El resto son por utilización de menores de edad en actividades delictivas, matrimonio forzoso o servil, adopción ilegal y mendicidad forzada.
De los casos por prostitución ajena y otras formas de explotación sexual, 71 por ciento fueron menores entre 13 y 17 años. En explotación laboral, el 53 por ciento son niños de 7 a 12 años.
Los casos provienen, además de la Ciudad de México, de entidades como Puebla, Jalisco, Oaxaca, Tlaxcala, Estado de México, Guerrero y Chiapas; además de Honduras.
El daño que se hace con el delito de la Trata de Personas, daña a las niñas y niños para toda su vida y afecta su desarrollo físico, psicológico y social; además de limitar la probabilidad de acudir a la escuela, lastima las relaciones familiares y contacto con otros menores, además de atentar contra sus derechos elementales.
Hasta el momento, no hay una estrategia concreta para frenar los robos de menores de edad en el país, no se tiene una llave para abrir la caja de pandora que silenciosamente le está ganando la partida a los gobiernos estatales y federal.
Es sabido que el crimen organizado recluta a pequeños para la pizca de marihuana y la ordeña de las flores de amapola en Guerrero y otros estados, una esclavitud de la que casi no se habla, de esa esclavitud que es indiferente para los ojos de los gobernantes.