¿Qué pasó? Y ¿Qué puede pasar?

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

Después de una jornada con mucha confusión en la que el grueso de la población no participó, quedan rastros de lo sucedido para analizar y reconstruir algo de las enseñanzas del efecto mareador del domingo.

La primera conclusión documentada es un 83% de abstencionismo. Lo que refleja un bajo interés de parte de los electores por este tipo de eventos, ya sea porque estaba muy empañado por tantas contradicciones, o porque sencillamente la creciente y tradicional actitud de la población, se califica como de ciudadanos imaginarios, sin interés en las decisiones que afectan la vida nacional. Grave.

La segunda conclusión es que los votos de Obrador llegaron a un techo de no más de 15 millones de electores. Así de concreto. Y van para menos.

La tercera conclusión es que no existe una oposición que se defina como tal. Erráticos los opositores, no tuvieron una posición estructurada. Los partidos de la alianza nadie sabe a ciencia cierta, por donde transitaron; hubo algunas voces, a título personal, nada unificado, jamás expresaron un frente coherente y explicado. Nada que pudiera pensarse como parte de una palabra desconocida por ellos: estrategia.

Estuvieron tan mareados como la mayoría. De hecho, no le entendieron al tema, los golearon desde el principio.

La cuarta conclusión es que los afectados e inconformes con el gobierno obradorista, numéricamente somos muy pocos los definidos. Menos de un millón.

Hay una quinta conclusión: no hay respeto a las instituciones y éstas no se dejan respetar. Desde un principio no debió existir una consulta con aplicación retroactiva.

Lo señalé desde un principio, y me quedé hablando solo. Había una razón poderosa, mas que los alegatos irrelevantes de los amanuenses profesionales, y de los cientos de comentarios de espontáneos que incursionaron repitiendo consignas. Las opiniones sin oficio político, se respetan, pero no merece atención. Fueron parte de la intoxicación para enredar. Parecen en el tiempo, más un apoyo disfrazado para que siguiera el tirano.

Porque atinadamente decía Edmund Burke: “Para que el mal prospere lo único que hace falta es que los que puedan hacer algo, no hagan nada”. Eso hicieron… ¡nada!

Explico: la razón de fondo por la que no debió haber una consulta era muy clara: se violaban los derechos políticos de los millones de votantes del 2018, que fueron engañados porque JAMÁS en la boleta, fueron advertidos, de que votarían por sujetos que no cumplirían el ofrecimiento de ser electos por seis años.

Nunca se dijo que en medio del periodo presidencial habría la posibilidad de una revocación. La debieron haber impedido el INE, el Tribunal Electoral, los partidos, las cámaras y sobre todo la Corte. Todos en su momento la dejaron pasar.

De Obrador no me sorprende, siempre viola las leyes y siempre tiene como burla el juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución.

Y como lo señalé en otros artículos: las vacas sagradas del derecho no expresaron su desacuerdo académico, como los del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, entre los que se encuentran el propio Lorenzo Córdoba y el anarquista John Ackerman, filósofo de la cuarta calamidad; se hicieron los desentendidos, para que se destruyeran los principios del andamiaje constitucional con la incorporación sucia de un transitorio.

¡Todos! ¡Absolutamente todos, ensuciaron la Constitución! por una moda desestabilizadora.

Solo en países con legalidad andrajosa se llevan a cabo esas maniobras, unos cuantos y son regímenes vomitivos. De hecho, la democracia es representativa y por excepción, plebiscitaria o de mano alzada, como les gusta a los comunistas tercermundistas.

Después de esa burla, Estaban todos, echándose porquería por el dinero malgastado y por la redacción manipulada. ¡Ni siquiera los aparentes opositores la aprovecharon!

Para Ripley.

Era para que le diéramos los contrarios, un calambre a la soberbia de quien se niega a gobernar y que promueve el desorden destructivo cada 24 horas, para dormir satisfecho por la maldad realizada en el día.

Desde el día 3 de abril con la preocupación terrible, de lo que le informaron los encuestadores del Palacio, que seguía el daño a su imagen por la “Casa Gris” de Houston; supo que sus seguidores no irían a votar la permanencia.

Dominado por el temor de ser humillado. Aterrorizado, convocó para el día 4 la reunión que se calificó internamente de “emergencia nacional”, en ella, con gravedad, el tirano, instruyó “hacer lo necesario”, “lo que sea” y “lo que cueste” para obligar a acarrear con amenazas a la gente que está en las nóminas electorales, que les dice “programas sociales”, violando las leyes, las disposiciones del INE y escupiendo la Constitución, para que las masas amorfas lo defendieran de la cuerda que él cuidadosamente tejió para ahorcarse y … le dio miedo.

Así fue que en ese acto se bautizaron sus funcionarios, como incondicionales de su dictadura fascista. En esas se quedaron y hasta allí llegaron: quince millones. No más.

El balance muestra gente que siempre vende su voto que traía la consigna de hacer trampa, en medio, los poquísimos ciudadanos, inermes sin garantías, que fuimos a la urna.

Los abstencionistas no sabemos qué onda. Inmersos en sofismas, decían: nosotros no convocamos hay gato encerrado, y me pregunto: ¿cuándo el pueblo ha convocado?, “No le haremos el juego”, argumentaban, como si no hubiera sido la clase media la que en 2018 le hizo gravemente el juego; y ahora repitieron el error: no pidieron su revocación. Una enorme oportunidad perdida. Inventaron pretextos para justificar la inacción.

Pregunto: ¿Cuántos, de ese 83 % de abstencionistas estaban en contra de AMLO, los que por alguna razón no fueron a la urna? Me dice un amigo, tajante: por lo menos la mitad… un 40% aproximado. Yo digo: ¿que tal la tercera parte?

¡Lo hubiéramos revocado! ¡Así de claro y fácil!

Un 30% por ciento de nosotros y un 20% de ellos.

Si no se iba, por lo menos quedaba documentada la evidencia de una exhibida de antología. Nos la perdimos.

Que queda: por la parte de Obrador seguir con los mismos odios, acabar con el INE que con consulta o sin consulta intenta llevar a cabo. Se lo impiden, no los que votamos en contra, ni los abstencionistas; sino la falta de una mayoría calificada que le permita incluso acabar con los conceptos de libre competencia en materia energética, para tener sustento de romper el Tratado con Canadá y Estados Unidos. Y con consulta o sin ella, ayer su incondicional, el impresentable de Félix Salgado Macedonio, lo propone en los medios para reelegirlo en el 2024.

¿Le hicieron o no el juego los abstencionistas, se siente firme o no?

¿Qué nos queda?… ¿una decepción, o una enseñanza? porque como dijo Churchill: “el éxito es la sucesión de fracasos enfrentados con entusiasmo”

¡Con todo, creo firmemente que venceremos a la tiranía fascista!

Ojalá no sea tarde.

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