México.-Cuando le preguntaron a Al Pacino si era un leyenda, respondió: “¿Yo leyenda? es Marlon Brando”. El propio Coppola dijo de él, que era uno de los dos genios que se habían cruzado en su vida. Una estrella no quiere ser un buen actor, quiere ser Marlon Brando, la cumbre de la interpretación, del carácter y la personalidad en escena. Llevó a medio mundo en Un tranvía llamado deseo, dicen que cuando vio tanta falsedad en Hollywood se refugió en los excesos. Era más sensible de lo que su caparazón decía, eso le confesó a Truman Capote. El gran duque de la escena convertía en un icono cada una de sus imágenes. El propio Coppola se empeñó en que Brando fuera el protagonista de El Padrino, contra todos hasta el presidente de la Paramount Pictures, Stanley Jaffe, quien aseguró que jamás estaría en la película. Laurence Oliver era un serio candidato.
Bromista, cercano, su presencia en el rodaje iluminó delante y detrás de la pantalla. El misterio de su vida que siempre le rodeó incluso después de publicar su biografía Canciones que mi madre me enseñó. Peter Manso, otro periodista, escribió otra biografía en la que confesó que fue como recorrer una cloaca en un barco con fondo de cristal. Su infancia fue dura, un padre con problemas de alcohol, una madre que soñaba ser actriz, pero acabó de esposa maltratada, también en manos de alcohol. Sus relaciones con las mujeres, los intentos de suicidio de su primera esposa Anna Kashfi, lo marcaron de manera definitiva. En su juventud le intentaron meter en una academia militar, pero una miopía y una lesión de rodilla le libraron del ejército, odiaba la disciplina. Fue una de las peores épocas de su vida. No sólo no compartía el espíritu patriótico que había energizado a la juventud americana de los años 50, sino que siempre había odiado que le dieran órdenes.
Más adelante diversos trabajos efímeros, como ascensorista, hasta que probó suerte como actor, donde sí se empleó a fondo. El 3 de diciembre de 1947 estrenaba Un tranvía llamado deseo, donde al finalizar la obra arrancó media hora de aplausos en un tiempo en que la gente solo se levantaba para aplaudir el himno nacional americano. El nombre de Brando era el principio de un cambio generacional al que le siguieron actores como Paul Newman, Joanne Woodward, Steve McQueen, Shelley Winters, James Dean y Montgomery Clift, todos parte del Actor’s Studio, un semillero de estrellas creado por Elia Kazan. Brando se puso de moda, le llamaban para muchas películas, amaba el dinero pero no la fama, la disciplina ni la promoción. Practicaba boxeo con tanta pasión que le partieron la nariz, lo que le dio máspersonalidad a su rostro. Compartió estrellato con Marilyn Monroe y James Dean, pero sus tragedias lo dejaron sólo ante el peligro, mientras su leyenda crecía. Parecía que se apagaba en los 70 hasta que Coppola le hizo la llamada mágica para El Padrino.
Apocalipyse Now, El último Tango en París o Superman, volvieron a darle la oportunidad de demostrar que era un genio sobre los escenarios. El actor hizo su última aparición en pantalla en 2001, en un drama llamado Un golpe maestro, junto a Robert de Niro y Edward Norton, papel pequeño de los que hacía con frecuencia, por el que cobró tres millones de dólares. Un final de deudas y conflictos familiares. Cuentan que murió arruinado, pero su don frente a las cámaras valía oro. Su talento sin duda es inmortal.
NO AL OSCAR
En 1973 Marlon Brando ganó el Premio Oscar por Mejor Actor en El Padrino. Como protesta al trato que recibían los nativos americanos en Hollywood, el intérprete de Vito Corleone no se presentó y en su lugar envió a la actriz nativa americana Sacheen Littlefeather quien se presentó a la ceremonia vestida con la prenda típica de los Apaches. Así subió al escenario para rechazar la estatuilla dorada.