Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Todo en política tiene su tiempo. Hoy el tiempo se le agotó a un innovador de farsas.
En el mar de intoxicaciones se tiene que recuperar la razón.
Porque cada quién tiene una versión de hablar de lo que no saben, lo que les dictan, o de aquello que no tienen autoridad como Carlos Ugalde, el indeciso que causó incertidumbre en anunciar el triunfo de Calderón, por esperar que Elba Esther le negociara a Felipillo lo que sí tenía a su favor en las urnas.
Hablan también disuadiendo la revocación, los que nunca aprendieron, por falta de olfato y conocimiento político, como el propio Calderón, que no había negociado con los factores de poder su gabinete y fue forzado cuando estos le dieron alas a Obrador que obedientemente tomó la avenida Reforma. Calderón reincidió en su torpeza política después: perdió para su partido el poder, porque él mismo tomó la decisión de dividirlo.
Esos cartuchos quemados y una bola de desconocidos que nunca han sabido nada de la política se erigen en “expertos” para proponer exceso de prudencia, es decir, cobardía; en vez de la revocación, porque lo más cómodo es no salir, seguir sin ver, ni escuchar el derrumbe diario de México.
¿Ahora resulta que no supieron, -les pasó de noche- que con la revocación se violentaban los derechos políticos de los millones que votaron en el 2018 por un sujeto para seis años?
Y ni Lorenzo Córdoba, el del INE, se dio cuenta del mega engaño, aún cuando provenía del presuntuoso Instituto de Investigaciones jurídicas de la UNAM, cuna de Carpizo y su séquito, hoy venido a mucho menos con un bucanero, John Ackerman. No hubo abogados que se opusieran y hoy, ¡oh sorpresa empiezan a descubrir la pifia!
Pero ya se les acabó el tiempo…
Está la revocación en puerta y los números de las encuestas hablan que más del 45% están inconformes a partir del escándalo de la “Casa Gris” del hijo millonario de Obrador, se despertaron del sopor del engaño, al fin, muy lentos, pero se les empiezan a abrir los ojos.
Por eso, los estrategas de las cajas chinas quieren causar divisionismo interno, hablan prematuramente, según ellos, de “candidatos opositores” para dividir con ese cuento a la gente, para distraer la decisión de echar a la calle a Obrador, le echan pleito al poderoso Parlamento Europeo, y traen un circo de bobadas, para ganar tiempo e imponer la “ratificación” a Obrador, porque lo que tenían ganado hace dos meses se les evapora.
Los obradoristas saben que no tienen capacidad de movilización, por eso hay pocas casillas. Tienen el dinero y las nóminas electorales, (les dicen “programas sociales”) en plena operación, por eso no hay dinero para nada diferente; pero lo evidente: no tienen logística. No tienen un partido organizado, ni comités estatales y municipales. Y se les acabó el tiempo; se les complicó el fraude electoral. Los enanos crecieron al cuarto para las doce.
Y para variar sacan de la chistera, la estratagema de la división: surgen los polkos amanuenses del poder vendido como Enrique Quintana, autor del lema que el PRI gana cuando pierde, es decir cuando traiciona… también proliferan los oportunistas al servicio de la intelectualidad, léase de la nada. Surgen los que nunca se comprometen, los que aportan desaliento disfrazado de consejos sesudos: defienden el porqué no ir a votar y esperar el hundimiento del país, “inteligentemente” según ellos. Advierten mil argumentos falaces y proponen la comodidad. Algunos meten miedo, como decía el gran Salomón “el perezoso teme que en la calle se lo coma un león”.
Mire mi querido lector, en la historia no se va a analizar si había que hacerle el juego o no al manipulador. Simplemente, las nuevas generaciones sabrán que hubo mil y un pretextos para no ir a votar la salida del que merece estar fuera. ¿Qué le vas a decir a tus hijos?: “Analicé y llegué a la conclusión de que ustedes paguen las consecuencias de mi irreflexivo voto en el 2018, porque vi muy amañado el gobierno, era un circo”; o con esa de: “no me distraigo de mis objetivos y no voy a dar pelea donde yo no quiero”.
¡Que vergüenza!
Porque si en este momento hubiera una consulta parecida con Putin, en Rusia y un 30% le diera apoyo al autócrata, y solo un 10% pidiera su salida; aunque todos los demás estén en contra, pero por “no hacerle el juego” no fueran a votar, ¿qué se diría?: Putin tiene el apoyo del pueblo ruso, solo un diez por ciento no lo quiere, muchos (un 30% con fuerte compromiso) y la gran mayoría consideró innecesario demostrar su apoyo, porque se ve que están satisfechos con su gestión. ¿O miento?
Así se interpretaría porque ni modo que cada uno de los que se abstuvieron diera su enredada versión, o reconociera que es ignorante del proceso, porque con los hechos demuestra que le importa un bledo su país.
Así que, mi querida amiga o amigo, por si no estabas enterado vives en un país sin ley. Sencillamente mira, todos los días, los crímenes todos impunes y la crueldad sin límite. Eso no era así.
¡No hay gobierno!
¡Hay que promover la revocación, ya!
¡La política es lucha, siempre!