Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Dicen que un proyecto político tiene dos fases: la lucha por el poder, y mantenerse en el poder. Comentan que es tan difícil lograr el triunfo en la primera fase, como en la segunda: conservar lo logrado.
Sin embargo, aunque casi todos se enfocan en el esquema anterior; omiten dos elementos más, que a la vez son consustanciales a cualquier proyecto: tener la forma de dejar el poder, y luego, imaginar y esperar el juicio de la historia.
Para mí, por eso, son cuatro fases, que no pueden ser omitidas desde que se plantea el proyecto rumbo a su materialización; y casi siempre, me parece que los que impulsan el proyecto solo lo centran intensamente en lo primero: lograr sentarse en la silla, pase lo que pase, prométase lo que se prometa, sea verdadero o falso.
La segunda fase, los gobiernos populistas se la dejan a la especulación, a la suerte, a una nave a la deriva de todo viento de doctrina, en síntesis, al pensamiento mágico: creer que la pura fuerza de la voluntad del líder hace las cosas. “El triunfo de la voluntad” (Triumph des Willens) así le puso a su película apoteótica de Hitler, la joven cineasta Leni Riefenstalh. Los sucesos se centran en las ocurrencias del jefe en tanto tiene poder, pero eso no es proyecto, es propaganda.
Y como no tienen contenido, sino las chifladuras del jefe, llaman a incondicionales, que obedezcan sin chistar, que aguanten la novatada y se ofrezcan de firmones; testaferros que avalen lo que desconocen. Pura “gente de confianza”, cómplices, pues. Peones en un juego de impunidades.
Por eso no hay mañanera que el jefe de la banda no les ratifique la impunidad. Desde el pedestal burocrático, asevera culpabilidades sin pruebas y exonera sin juicio. Corrompe el derecho.
Porque todo lo hecho, todo lo absurdo, son ordenes de la misma fuente de poder. Es el pobre proyecto para mantenerse en el poder. No aceptar errores, aunque se tengan las evidencias. Y por supuesto, necear. La religión simplona del delincuente: nunca reconocer.
Pero la dinámica del medio tiempo pone en claro los fracasos que no se veían, o digámoslo de otra manera, se hacen notorias las explicaciones y pretextos, en vez de los resultados.
Y cuando te dicen que no puedes continuar con tu retroceso en energía, que le llamas reforma; porque es un mecanismo para monopolizar la energía con las empresas del estado en quiebra y sobre endeudadas. Y te dicen que no puedes romper un acuerdo internacional supraconstitucional, sin llevar en pocas semanas, a la ruina económica al país entero. Entonces te empiezas a dar cuenta que no tenías proyecto para mantenerte en el poder.
Y te exigen que captures a tus protegidos, los que te apoyaron electoralmente, que invirtieron dinero y violencia y pagaron por seis años; y ahora, les ponen precio para ser cazados en un coto, donde le van a entrar gandallas por los premios… ¡claro que te quieres morir!
No te preocupaste por construir una puerta de salida, y ni siquiera tienes una ventana de escape.
Se agolpan todos los hilos sueltos, todos los cables que no tenían, ni tendrán conexiones. Te ves en la enjuiciado o auto propinándote un golpe de estado. Y empiezas a chillar, a hacerte la víctima, a repetir el papel de siempre…
Te empiezas a dar cuenta que no va haber tren maya, el tren que pasaría por tu rancho, no se acabará en cinco años, con el cuádruple de los costos que te dijeron.
Y la refinería, lo doble de lo que te dijo Nahle; y Deer Park que será solo para la gasolina que se le vende a Texas, ni un litro para México; y no puedes correr a ningún empleado gringo, y vas a tener que pagarles sus pensiones en dólares hasta que se mueran, a ellos y a sus dependientes. Te das cuenta que te quieres morir.
Y surgen los amparos para cambiar la manipulación de la revocación, con todo y la sumisión del ministro Zaldívar. Y las acusaciones contra Gatell, que amenazan con subir a la Corte Interamericana y a la de La Haya. Se va a empezar a cerrar el cerco de las investigaciones, como a Jim Jones, el que decidió el suicidio colectivo con todo y secta, para salirse del juego. Al fin, en el nivel de metaverso; ya se dio el suicidio colectivo virtual en el 2018.
Les hacen cuentas a tus socios, a Salinas, que debe intereses de bonos a inversionistas del otro lado. Slim, tampoco halla la puerta para deslindarse de sus obras mal hechas.
¿Y qué hacer? Ni poder inventar un dizque opositor, como te inventaron a ti, porque todos, absolutamente todos, están cooptados para no entregar cuentas, recibiendo chambas.
No puedes correr a Europa porque tus odios a Calderón, los llevaste hasta las empresas españolas, en vez de cargarle lo que suponías era corrupto. Se te olvidó, que España, tiene voz y voto en la Unión Europea, el continente que se burla en sus periódicos de tus errores.
Y nada, absolutamente nada te sale.
Pues te has provocado infartos múltiples, así de fácil, te creías el dios mexica. Ni hablar. A tirar la toalla.
¿Y la historia, apá?
Un testamento como el de Hitler, o Mussolini, de Lenin o de perdida como el de Juan Domingo Perón, uno realista, de lo que no hice, de todo lo que destruí… hasta vidas de gente indefensa, como los niños del cáncer y los que claman desde su tumba, los que victimaron tus abrazados, en una carretera de
Sonora. O aquella periodista que te pidió protección y te burlaste de ella, y exoneraste como si fueras juez, a quien ella temía…
Pero, si de heredades se habla, les heredaste la carrera de atracadores a tu prole, a la que nunca, jamás les enseñaste a trabajar, porque nadie da lo que no tiene, y a ti, tus poetas no te enseñaron sino los placeres del engaño.
¿O me equivoco?