Isaías Villa González.
El pasado viernes recibí la vacuna refuerzo contra el COVID19 “en apego de mis convicciones de izquierda: confianza en la ciencia y la razón; y en la salud pública como responsabilidad colectiva, en casos de pandemias como la que vivimos” –posteé. Añadí “autoridades en el mundo (la mexicana incluida), y muchísima gente, han actuado con base en creencias anticientíficas, y en una pretendida idea ´libertaria´ individualista (rebeldía de derecha) que ha propiciado muertes y prolongado los contagios”. Hice referencias al libro “¿La rebeldía se volvió de derecha?” de Pablo Stefanoni, y ofrecí explicar el porqué de dichas alusiones. Voy.
Asumo que las (des)calificaciones izquierda-derecha son ahora simplismos, en una realidad compleja. Pero creo necesario precisar la naturaleza de las posiciones políticas, para clarificar los compromisos de los agentes públicos y las disyuntivas para los ciudadanos.
Hace tiempo que vive el mundo una reconfiguración social y política. La caída del Muro de Berlín en 1989 simbolizó el fracaso del llamado “socialismo real”: un régimen autoritario, burocrático, de ineficiente economía estatal centralizada, y de libertades canceladas. Ello hacía suponer la victoria del liberalismo capitalista, y llevo con Fukuyama a postular “el fin de la historia”. Pero luego sobrevendrían terribles crisis económicas en diversas latitudes, hasta llegar a la crisis financiera global de 2008. Desempleo, inflación, pérdida de patrimonio, miseria para millones.
Los problemas económico-sociales subsistieron; aunados a otros nuevos, como el calentamiento global y las discriminaciones. Las disyuntivas maniqueas planteadas durante la “guerra fría”, entre ideologías totales y abarcantes, se difuminaron. Pero ello no implica que desaparezca la geografía izquierda-derecha y sus combinaciones. Tales definiciones significan progreso o retroceso para los ciudadanos, las sociedades y la humanidad.
La respuesta de la indignación social ante aquellas crisis ha sido virulenta; en las calles… y en las urnas. Y en esa convulsión reaparecieron y se fortalecieron los populismos; ya no solo como expresiones de protesta coyuntural, sino como fuerzas que han conseguido representación en espacios políticos y de gobierno en el mundo. Populismos mimetizados de “izquierda” (Chávez, AMLO) y de “derecha” (Trump) cuyo principal blanco de ataque ha sido el Estado liberal y social: la democracia y sus instituciones, las políticas sociales públicas, el avance en los derechos humanos y las libertades, las relaciones globales.
El libro de Stefanoni alerta cómo, en esos realineamientos y confusión, muchas de estas fuerzas aparecen como disruptores del stablishment, y simulan dar voz a las inconformidades sociales. Y relata también como esos populismos se han aliado inclusive, coyuntural y oportunistamente, a banderas progresistas como la diversidad sexual y el ecologismo. O, añadiría, a la justicia social. La realidad ha desnudado su espíritu reaccionario, por sus posturas xénofobas antimigrantes (EEUU, Francia), o su clientelismo empobrecedor, (México, Venezuela).
En México muy diversas voces hemos denunciado que la autodenominada 4T es, en la concepción del presidente López Obrador, un populismo conservador. Y que significa peligros de retroceso y desastre para los mexicanos. Aprovechando la indignación social, AMLO ha procedido a desmantelar los avances logrados durante décadas, en materia democrática y de control público; de salud y educación públicas. Pero no ha resuelto, ni siquiera encaminado soluciones de fondo, a los temas económicos, de seguridad pública, de atraso social, de salud, etc.
Cierto que los gobiernos nacionales predecesores propiciaron desigualdades, y habían incurrido en deplorables excesos. Pero la idea era cambiar para mejorar. Por eso ahora es indispensable construir propuestas que responda a los problemas reales de los mexicanos, a sus aspiraciones por una sociedad mejor. Alternativas de crecimiento económico, empleo, seguridad, paz, satisfactores sociales; y seguir avanzando en materia democrática, de libertades, derechos humanos, y sustentabilidad y preservación del medio ambiente.
Para ello no basta postular simplemente una ideología; pero si es necesario destacar las ventajas de las soluciones progresistas. Las que puede aportar, a nuestro juicio, una izquierda socialdemócrata. Es decir, atender las “causas” de la gente con soluciones acordes a los desafíos, y con las herramientas, del siglo XXI. Y demostrar que la “rebeldía”, como fuerza emancipadora, que combate las desigualdades y promueve los derechos y libertades, fuerza transformadora hacia el progreso, sigue siendo de izquierda.
ISAÍAS VILLA GONZÁLEZ. Consejero Nacional del PRD.