GB.- Apenas hay tregua para el primer ministro británico, Boris Johnson, quien, después de abortar ayer un conato de rebelión en sus filas, fue acusado este jueves por uno de sus propios diputados de “extorsionar e intimidar” a los disidentes que piden su cabeza.
La última bomba de relojería en el escándalo de las fiestas en Downing Street (el llamado “Partygate”) la puso el díscolo William Wragg, presidente del comité parlamentario de Administración Pública y Asuntos Constitucionales, en una intervención en la que pidió a sus compañeros que pongan en conocimiento de la Policía cualquier presión ilícita.
EFE
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