Carlos Arturo Baños Lemoine.
Terribles tiempos nos han tocado vivir, mis amigos. El mundo está patas para arriba. Cada que me levanto por la mañana y me asomo al mundo, lo encuentro cada vez más imbécil, cada vez más estúpido.
Miren que diversos y recientes sucesos de la vida nacional han puesto, en el centro de la discusión pública, a un gangrenado pseudoconcepto: el pseudoconcepto de “discurso de odio”. Esta basura terminológica, que algunos descerebrados consideran un “gran avance para los derechos humanos”, es en realidad una parte sustantiva de la ideología fascista y, por extensión, de la ideología de todos los regímenes dogmático-totalitarios que tanto daño le han hecho a la humanidad.
¡Fíjense, ustedes, qué curiosa es la historia!
Quienes más utilizan, en nuestros tiempos, esa basura expresiva de “discurso de odio” son los partidarios de la “ideología de género”, es decir, son las sectas feministas y los clubes de la “diversidad sexual”. Curiosamente, uno de los grandes soportes teóricos de estas agrupaciones es el marxista Antonio Gramsci (1891-1937), quien fue condenado y encarcelado, por varios cargos, a instancias de su ex compañero de aventuras políticas; me refiero, por supuesto, al dictador fascista Benito Mussolini.
Uno de esos cargos fue, agárrense de donde puedan, el de “fomentar el odio” entre los italianos a través de sus publicaciones incendiarias. Así es, mis amigos, uno de los cargos que el régimen fascista de Benito Mussolini le imputó al comunista Antonio Gramsci, fue el cargo de “discurso de odio”.
Y no, no nos engañemos, por favor: Mussolini no fue original. Como buen italiano, él retomó la estrategia que ya había aplicado, exitosamente y por siglos, la Iglesia Católica a través de la Santa Inquisición: la sociedad tiene “valores sacros” y la autoridad terrenal tiene el deber de resguardar dichos valores, de tal suerte que quien cometa “sacrilegio” debe ser sometido al cadalso. ¡Nada nuevo bajo el sol, diría la Santa Biblia!
No nos engañamos, mis amigos, porque conocemos perfectamente la historia del totalitarismo; del totalitarismo que siempre se presenta como “defensor de las más grandes y nobles causas de la humanidad” y, en nombre de estas causas, persigue, condena, hostiga, encarcela, destierra, tortura y asesina a las mentes críticas y disidentes.
Lo he dicho y lo seguiré diciendo, hasta que me muera: detrás de cada imbécil que utiliza el término “discurso de odio” hay un asqueroso y detestable fascista; un fascista que quiere utilizar, sistemáticamente, toda la fuerza del Estado para acallar, perseguir y reprimir a las voces rebeldes.
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Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.