Rubén Cortés.
Un año después de que México echó a la DEA, la DEA vuelve a México; un año después de que México dejó de ser campamento migratorio de Estados Unidos, México vuelve a ser campamento migratorio de Estados Unidos. Todo regresó a como dipuso Trump.
Trump lo advirtió: “Como presidente, el ataque a nuestra frontera sur, lo que incluye a los delincuentes y las drogas que están entrando, es mucho más importante que el comercio o el T-MEC. Espero que México detenga esta estampida en su frontera norte”.
Aquella decisión política de Trump, que mantiene Biden, garantizó cuando menos 12-16 años al populismo en México. Así, el populismo en México podrá hacer y deshacer, siempre que persiga migrantes que van hacia Estados Unidos, y de vía libre a la DEA.
Por eso la Casa Blanca aceptó la mayoría de las demandas comerciales de México en la renegociación del TLC (y hasta modificarle el nombre por T-MEC) a cambio del compromiso de México de hacer el trabajo sucio contra la migración.
¿Una estrategia de Estado miope de Washington? Sí. Porque en su frontera sur se establece muy velozmente un gobierno unipersonal apuntalado por los militares, y sin sociedad civil independiente ni organismos autónomos.
Pero es época de políticos que no ven más allá de su nariz, que van resolviendo el día a día, al igual que cuando en casa debemos estirar la lana para llegar a fin de mes. Cuando se vayan, dejarán el mundo muy mal.
Improvisan como venga la mano. Por ejemplo, el reciente retorno de la DEA a operar aquí le molesta al Ejército, enemistado a muerte con la DEA, después de que ésta arrestó al exsecretario de Defensa Salvador Cienfuegos, sin notificar siquiera al gobierno mexicano.
Pero el presidente apacigua al Ejército con más dinero y más poder, compartiendo el control de mil millones de pesos prohibidos de auditar; y dándole los negocios públicos de las medicinas, turismo, vacunas, construcción, bancos, marina mercante, aduanas…
Esta improvisación temeraria para conducir los asuntos de Estado empolla un huevo de serpiente que descascarará envenenando la relación bilateral y la situación interna de cada país. Aunque, en su idea, cuando eso suceda, ya verán cómo le hacen.
En el caso doméstico, es el estilo del actual grupo en el poder. El presidente promociona, como ya listo, un tren de pasajeros para el aeropuerto de Santa Lucía, que ni estará listo para la inauguración en marzo, ni es de pasajeros.
Peor: la Jefa de Gobierno de la CDMX posteó que iba con el presidente sentada en ese tren espurio, en el que estaba también el secretario de Defensa. Resuelven día a día, como tiendita de la esquina.
¿Mañana? Mañana, a ver si Dios provee.