¿Pues sí, o no?

Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Al empeorar estos años, México es ya casi el país más corrupto del mundo según el Índice del Estado de Derecho (Rule of Law Index) del World Justice Project a nivel global, que fue creado en 2006 por iniciativa de la Barra Americana de Abogados y en 2009 se volvió un órgano independiente sin fines de lucro. Utiliza un enfoque multidisciplinario para impulsar una mejor aplicación de la Ley por diversas vías, y tiene oficinas en Seattle, Washington DC, Singapur y la CdMx.

Para 2021, vemos, el Índice del WJP ubica a nuestro país como el quinto más corrupto de un total de 139 (peor que Haití y Venezuela). De modo similar, revela que hay 134 naciones en las que esta revisión indica una menor corrupción a partir de reportes específicos o comparativos de las 32 entidades (incluso en español).

La información da para mucho más, aunque en una mañanera ya se intentó desdeñarla con anécdotas y sin datos pertinentes. Muchas cosas andaban mal, sí, pero han caído aún más estos tres años.

Todo ello se basa en las investigaciones nacionales de unos 138 mil hogares y 4 mil 200 expertos o colaboradores, para medir y cotejar experiencias cotidianas con respecto al Estado de Derecho en distintos casos. El desempeño se evalúa mediante 44 indicadores y 8 categorías, cada una de las cuales se cuantifica y clasifica para compararla: Restricciones a poderes gubernamentales; Ausencia de corrupción; Gobierno abierto; Derechos fundamentales; Orden y seguridad; Cumplimiento regulatorio; Justicia civil, y Justicia criminal.

En México ya veíamos un agravamiento de la corrupción e impunidad con políticas torpes, ingenuas e insuficientes (en discursos, no sistemas). Además, están los desastres en Salud por incapacidad (gestión del Covid, creación del Insabi, desabasto de medicamentos) o en las nociones de Seguridad y Contra la Pobreza tan lejanas de otras experiencias. La iniciativa eléctrica, a su vez, vendría a ser un planteamiento deshonesto (mentiroso) e irresponsable.

En estos temas se trata de datos duros, más que de opiniones. Y habrá que destacarlos como tales, en lugar de recurrir a burlas (memes), apodos o calificativos contra un mandatario al que finalmente victimizan y aumentan sus apoyos.

Es evidente, eso sí, el contraste entre este deterioro y el reiterado e inaudito discurso presidencial de que se acabó la corrupción, ¡con un pañuelo blanco a modo de bandera al erradicarla! Y, oigan, de darse un ridículo en la ONU, no se podría calificar de complot internacional.

Tampoco olvidemos que personajes como Amlo, Monreal y Bartlett salieron del PRI por su enojo al frustrarse lo que pretendían (candidaturas, sobre todo), no por razones ideológicas claras ni por una legítima vocación democrática. De su lado, en 2018 fueron EPN y el PRI los que perdieron la elección luego de su desbordada corrupción. Igual, hay que entender que el apoyo al actual gobierno ha tenido causas reales y profundas: pobreza y desigualdad, corrupción e impunidad, abuso y violencia… las cuales se exacerbaban desde anteriores gobiernos.

No debemos descalificar sin más a millones que han creído en la necesidad de cambios; el problema hoy es que sigan creyendo en una opción que fracasa de manera tan rotunda, aunque para muchos esto pueda seguir oculto tras la artificiosa narrativa oficial. A los gobernantes les conviene entretener a sus fieles con noticias vagas o ligeras y anécdotas de menor trascendencia, pues así tendrán menos tiempo para pensar o analizar, más energía para ocuparse en lo confuso o engañoso, y mayor indignación para realzar lo desechable (apodos, apariencias o calificativos).

A los populistas autoritarios les da miedo que su pueblo se enfoque en algo “inconveniente” o que les calienta la cabeza. Para ellos es preferible distraerlos y, si se trata de motivarlos, les resulta útil recordarle a un pobre que “el rico tiene más que tú, y es malo”, con lo cual reacciona desde la entraña: ¡Sí, que se chingue!

Pero, ojo, México no necesita que una mitad ataque a la otra mitad, y viceversa. Aunque lo vea práctico un gobierno exasperado, eso nunca va a conducir a los cambios que requiere el país. Todos somos víctimas e incluso el fanatismo vuelve “traidores” a quienes no aprueban lo que busca este gobierno.

Algunos lectores recordarán que el estudio de la corrupción y las medidas anticorrupción ha sido fundamental en mi actividad profesional estas décadas. Aquí y ahora, el marcado deterioro invita a pasar del análisis crítico a la acción participativa.

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