Carlos Arturo Baños Lemoine.
La oligofrenia se expande por toda América Latina. Desde el mexicano Andrés Manuel López Obrador hasta el venezolano Nicolás Maduro, dos funestos dictadores comunistas, se extiende una estúpida exigencia, a saber: que, desde Europa, se nos pida perdón por la violencia y los abusos cometidos por España, Portugal y El Vaticano durante el proceso de Conquista y Colonización de los territorios que hoy conocemos como “América Latina”. ¡Una reverenda babosada!
Podemos entender la demagogia de los populistas latinoamericanos. Esa demagogia como intento funesto de querer pasar como “víctimas de la historia universal”, base fundamental para la justificación del atraso actual, para el ejercicio del chantaje político ante el concierto de las naciones y para la exaltación de los mitos nacionalistas de la actualidad (mitos que incurren en excesos vulgares de tribalismo, regionalismo, patrioterismo, indigenismo y sociolatría).
Pero debemos rechazar, de forma contundente y tajante, los quiebres mentales de nuestros actuales políticos populistas, que no logran comprender la lógica más elemental de los contextos históricos: todos los eventos humanos que acontecen a lo largo de nuestra rica, variada y compleja línea del tiempo que llamamos “historia”, deben ser estudiados y comprendidos con base en las circunstancias específicas que los vieron nacer.
Juzgar moralmente el pasado con base en los conceptos y los valores de nuestros cómodos tiempos presentes, implica no sólo padecer gangrena cerebral sino también incurrir en una contumaz falta de ética. Los seres humanos son hijos de su tiempo, y cada tiempo tiene sus límites cognoscitivos y sus escalas de valores. ¿Cómo podemos juzgar a los humanos antiguos sólo porque no pudieron desarrollar las dotes proféticas para ajustar sus mentes y conductas a nuestros requerimientos presentes?
Hay que considerar, además, que cada período histórico establece sus propios patrones en cuanto al ejercicio del poder político, social, económico y cultural. Si queremos juzgar moralmente a los humanos de hace 500 años, debemos medirlos con las reglas predominantes de hace 500 años. Y déjenme decirles que, procediendo de esta manera, de nada tienen que pedir perdón los europeos conquistadores y colonizadores, quienes eran tan buenas personas y tan hijos de puta como cualquier humano de su época, excepciones aparte (y poco trascendentes).
Bien saben ustedes, mis amigos, lo mucho que yo aprecio la obra de mentes lúcidas como Nicolás Maquivelo, Thomas Hobbes y Caspar Rudolf von Ihering. Por ello, y bajo el entendido de que “el hombre es el lobo del hombre”, me parece absurda y grotesca la modita idiota de pedir perdón por episodios de violencia al interior de una especie (Homo sapiens) que ha sido esencialmente violenta. Bestias somos que, no por domesticadas, dejamos de ser bestias.
Y qué bueno que con el paso de los años, con el paso de los siglos, las formas de violencia de los seres humanos se vayan reduciendo, matizando, moderando o “civilizando”. Pero jamás debemos creer que somos, histórica y moralmente, el ombligo del cosmos. Juren ustedes, mis amigos, que las generaciones por venir nos van a reprochar nuestros actuales dogmatismos totalitarios, comenzando por el neocomunismo y el fascismo-feminismo.
Fíjense qué curioso: son personajes actuales, y partidarios del comunismo, como Andrés Manuel López Obrador y Nicolás Maduro, quienes sí deberían pedir perdón por sus evidentes abusos presentes, ya que sus acciones de gobierno pisotean, de forma sistemática, los tres grandes derechos de la Edad Moderna: vida, libertad y propiedad. Paradójicamente, son estos granujas, y otros similares, los que exigen perdón por hechos de hace 500 años.
¿Y qué me dicen, ustedes, de la mitología feminista? Sí, de esa mitología que se traduce en un odio traumatogénico y patológico hacia los varones, a grado tal de contaminar al sistema de justicia para que los varones vean cancelados sus derechos fundamentales en materia penal, como la presunción de inocencia, el derecho de audiencia, la justa defensa, la equidad procesal y la justicia imparcial. Sólo recuerden que, hoy en día, la mitología feminista ha crecido por el enorme apoyo que le están dando gobiernos, parlamentarios, partidos políticos, medios masivos de comunicación, centros educativos, organizaciones civiles, etc. Así fue como avanzó, en su momento, el nazismo y el fascismo; se los recuerdo de pasadita.
¡Miren ustedes qué cosas! Yo comienzo a pensar que hay granujas que pretenden distraer la atención pública de sus excesos y abusos presentes, exigiendo perdones por excesos y abusos del pasado muy pasado.
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