Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Una democracia, la que sea que funcione, debe tener dos elementos irremplazables: uno, un gobierno electo bajo el principio de mayoría, sin coacciones, es decir, sin pagar o forzar a los electores para obtener su voto. Y dos, opositores institucionales reales, quienes tienen derechos que se deben respetar como minoría. Lo explica Giovanni Sartori el politólogo mas prestigiado de nuestro tiempo.
Donde no hay una oposición organizada con planteamientos distintos al gobierno, sencillamente no hay una democracia.
A qué me refiero: un sistema democrático se sustenta, sobre todo, en la idea angular, que no debe existir un pensamiento único para conducir a la sociedad. Este principio es inamovible e invariable en las democracias. En todas.
Cuando el pensamiento único es el que domina la sociedad, indudablemente estamos frente a un fenómeno de totalitarismo. Por eso la primera distinción es que las tiranías nazi, fascistas, comunistas e integristas como las islamistas, no pueden bajo ningún concepto, entenderse como algo que pudiera convertirse algún día, en un ente democrático; porque son avallasadoramente mono conceptuales, es decir: o piensas y te comportas como quiere y exige el régimen o no existes políticamente. Ya decía Carlos Salinas, “ni los veo, ni los oigo”; o lo que dice Obrador: “¡son fifís, son aspiracionistas, no, esos no!”.
Los socialismos, todos ellos, incluyendo los de Hitler, Mussolini o Stalin, tienen la misma raíz. Rebasan la racionalidad de los planteamientos políticos y los inscriben en un sistema en el que el pensamiento político deja de ser un conjunto estructurado de ideas, convicciones y racionalidades, para que en vez de ello, se construya una religión política, semejante a los ayatolas, o los del Talibán, con el carácter sectario, donde el líder, en alemán: führer; el duce, en italiano caudillo; o en México el “compañero presidente”, nunca se equivoca, y debe ser venerado.
Este líder encabeza los odios con carácter oficial y obligatorio, define lo que para él es el mal, y lo que debe ser para todos. En pocas palabras lo personifica en aquéllos que piensan y opinan diferente.
Y ese es el punto. Para mover a la oposición, lo primero, lo indispensable es distinguir las diferencias puntuales. Demostrar una narrativa independiente del tirano.
Para hacer una oposición real en México hay que salirse de la esfera de las izquierdas, porque es la que ya gobierna. Es donde opera el engaño con eufemismos irrelevantes y de tipo poético: “el tejido social”, “la brecha de la desigualdad”, donde la “pluralidad política” se restringe a una utópica diversidad sexual, en los términos fantasiosos del romanticismo decimonónico, donde como decía atinadamente Chesterton, se corrompe a la sociedad al otorgarle derechos a los anhelos particulares.
Una oposición en principio o es de derecha o es de izquierda, punto. No hay centro eso es una falacia.
El centro es inmovilismo, es lo que denominan las mentes antipolíticas, como “políticamente correcto”, es decir quedar bien con todos, tener convicciones de basura, como decía el perverso Luis Echeverría, otro que quería ser el líder de Latinoamérica: “ni de derecha ni de izquierda, todo lo contrario”. Ser de centro es proponerse como indefinido, acomodaticio, caer en el juicio apocalíptico: “por cuanto no eres ni frío ni caliente te vomitaré de mi boca”.
Por eso Alfredo Del Mazo III, heredero de una dinastía depredadora, emblemática del orden corruptus, el de Atlacomulco, vocero de Peña Nieto, propone no tener ideologías, y prepara el terreno ante los ciudadanos, para según él, en aras de una unidad ficticia, sumarse, me supongo a la 4T de modo subordinado, como si este gobierno de Obrador no fuera el que promueve la división y la persecución contra los que piensan diferente.
Claro que no hay opositores, los gobernadores salientes andan presurosos para arrodillarse al tlatoani, en busca de roer un hueso, porque sin eso, demuestran que no tienen razón de existir.
Y que decir de Santiago Creel aquél improvisado secretario de Gobernación de Vicente Fox, que después de reunirse con el actual jefe de Gobernación, junto con los demás seudo opositores se volvió dócil, y ya le desaparecieron en los medios, las notas de las factureras defraudadoras que le achacaban.
Muy fácil, como todos tienen cola, están incapacitados para ser opositores, solo fingen. ¿Me equivoco?
Otros como los senadores Julen Rementería o Lily Téllez, no saben ni en que creen. Un día se pronuncian por la vida, y otro día se acalambran porque los comentaristas casi todos de la izquierda resentida, aunque son millonarios, les dicen que Vox, es la “extrema derecha” y como ya demostraron que son iletrados políticos se echan para atrás cobardemente, con tal de no comprometerse con verdaderas ideas opositoras.
¡Válgame el favor! se ve que nunca han leído lo que pregona VOX, y no leen sobre ideas políticas, menos saben que ese partido surgió de la necesidad de arropar y representar a los ciudadanos traicionados por el Partido Popular, que como el PAN aquí, dejó sus plataformas de la dignidad humana, para trocarlas por las políticas desquiciadas y destructivas de las izquierdas. Allá los empezaron a frenar, pero aquí se alinean los opositores, porque finalmente la mayoría de ellos son de la misma tendencia, una oposición de izquierda light contra un gobierno de izquierda vulgar, únicamente distanciados por cuestiones personales, nada de fondo. Solo ellos juegan.