Rubén Cortés.
Inquieta que el presidente de México tome decisiones autoritarias al mismo tiempo que el dictador de Nicaragua Daniel Ortega: la más reciente, intentar encarcelar a un opositor que quiere competir por la presidencia, como admitió ayer con Ricardo Anaya.
Incluso, el presidente de México se negó al 14 de junio en la OEA a condenar “inequívocamente” a Ortega por el arresto, acoso y restricciones arbitrarias a los precandidatos presidenciales, y a exigir la inmediata liberación de todos los presos políticos.
El domingo, pasando por encima de toda consideración política de su cargo (y mientras comía tlayudas) el presidente se erigió en juez, MP, agente de aprehensiones, todo lo que suene a fuerza coercitiva, para pedirle a Ricardo Anaya que se entregue y no huya.
Lo dijo en momentos en que el sátrapa de Nicaragua ha encarcelado a ocho candidatos a la presidencia o la vicepresidencia, así como a 32 dirigentes opositores más, por “atentar contra la sociedad nicaragüense y los derechos del pueblo”.
La idea del presidente de meter a la cárcel a Anaya comenzó mal, porque el gobierno lo acusó de recibir dinero para votar la reforma energética en el gobierno anterior. Pero resultó que Anaya no votó porque sencillamente no era legislador.
Así que, de volada, tuvieron que modificar la acusación por “cohecho” y “lavado de dinero”.
O sea, parece que es como dice Anaya: “Me quiere fregar a la mala. Le estorbo para sus planes de sucesión en el 2024. No quiere que yo sea candidato. Y me quiere encarcelar porque no le gusta lo que digo”.
El cambio de la acusación se registró en junio, después que el presidente dijo que brindaría con cerveza “Pacífico”, por su victoria electoral en el oeste del país; y, Anaya, que brindaría con “Victoria” por la derrota del presidente en el centro del país.
Caray, y todo lleva a Nicaragua, pues el presidente de México dice que le gustan unos versos del fallecido poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, a quien Ortega quiso meter a la cárcel cuando éste tenía 94 años de edad, sólo porque lo criticaba.
Me contaron que / estabas enamorada de otro / Y entonces me / fui a mi cuarto / y escribí ese / artículo contra / el gobierno / por el que estoy preso
Este es el poemínimo de Cardenal que prefiere el mandatario mexicano, aunque en el caso de Anaya rebajó mucho lo de la cárcel del protagonista, que fue por un artículo contra el gobierno: la acusación a Anaya revivió después de la polémica… por un brindis.
Y Ricardo Anaya no es Ernesto Cardenal, y flaco favor se hace el presidente pareciéndose a Daniel Ortega.
Ni falta que le hace.